CAPITULO # 42:
Llegué a mi casa y tiré todas mis cosas
al suelo. Tomé la carta de mi madre y me senté en el sillón para volver a
leerla. Me había olvidado completamente de su letra. Una letra fina y bien
clara. Me levanté y fui hasta mi habitación. Comencé a revolver los cajones de
mi mueble, hasta que encontré lo que estaba buscando. La tomé con cuidado y la
miré detenidamente. Ella era tan hermosa… y debe serlo aun.
Sentí un nudo de impotencia que no me
dejaba respirar tranquilo. Ella era una mujer increíble y nunca tuvo que haber
pasado por todo lo que mi padre la hizo pasar. Maldito cobarde, infeliz… será
mi padre pero lo único que siento hacia él es desprecio.
Me puse de pie, necesitaba salir y
despejarme, dejar de pensar en todo. Me cambie la molesta ropa de la
Universidad y tomé mis llaves y mi teléfono para salir de casa. No iba a ir en
moto. Necesitaba caminar.
Caminé sin rumbo alguno por las calles
de la cuidad, sin prestar mucha atención a donde estaba yendo. Hasta que mis
pasos se detuvieron frente a un viejo bar. Miré a mí alrededor y decidí entrar.
Un lugar con luces bajas, todo estaba relativamente oscuro. Me acerqué a la
barra y me senté en la silla. Un hombre de unos 70 años se acercó a mí y me
miró fijo.
—¿Qué se te ofrece muchacho? —me
preguntó.
—Dame una botella de ron – le pedí. Él
asintió. Se alejó de mí y se agacho para buscar lo que le estaba pidiendo.
—¿No vas a hacer ninguna tontería,
cierto?
Su pregunta y preocupación llegó a mi
cabeza. Me la había vuelto a preguntar después de que la había ido a besar. El
hombre se acercó de nuevo a mí y apoyó la botella frente a mis ojos, colocó un
vaso al lado. Lo miré y le agradecí con la cabeza. Se alejó de nuevo.
Lo siento cariño, pero no puedo
cumplirte. Necesito que mi mente este en otro lugar, necesito olvidar y
embriagarme. Abrí la botella y me serví un poco de ron. Miré mi vaso y dude un
poco en hacerlo… _____ estaba en mi cabeza.
Pero no, tenía que hacerlo. Llevé el
vaso a mi boca y tomé de golpe. Apoyé el vaso con un poco de fuerza sobre la
barra, ya que el ron me había quemado hasta el cerebro. Volví a llenarlo y
volví a tomar.
—Tu madre es una cualquiera, ¿entiendes
eso? Ella te dejó, decidió irse con otro… ¿y sabes porque? Porque eres un
error… nunca te quiso. Cuando se enteró de que estaba embarazada de ti… quiso
abortarte pero yo no la dejé, y cuando naciste no te quiso ver. La tuvieron que
obligar a que te diera de amamantar… ¿Cuándo vas a entenderlo? Ella nunca quiso
que nacieras…
—¡Mentira! —dije sin darme cuenta.
La gente que estaba a mí alrededor se
giró a verme. Volví a tomar el ron que estaba en mi vaso. Sus malditas palabras
llenaron mi cabeza.
¿Por qué me hacía esto? ¿Por qué mi
propio padre quería destruirme? ¿Por qué quería acabar conmigo? ¿Qué le había
hecho yo a él?
Seguí tomando y tomando. Mi cabeza ya
daba vueltas. Pero aun así no había logrado despejar mi mente de aquellos
recuerdos horribles y aquellas palabras hirientes. No sé cuanto tiempo pasó,
pero mi botella ya estaba casi vacía.
Miré a mí alrededor y luego miré a la
hora del reloj de pared del bar. Ya era tarde, debía irme. Me puse de pie y
ante el repentino mareo me agarre de la mesada. Saqué un poco de dinero y sin
mirar cuanto era lo dejé encima de la mesa. Salí del bar y las gotas de lluvia
mojaron mi rostro. Levanté mi cabeza y miré el cielo. Estaba oscuro y había
refrescado bastante.
Coloqué sobre mi cabeza la capucha de
mi buzo. Tenía que ir a algún lado, tenía que dejar de pensar un poco. Mis pies
comenzaron a caminar sin rumbo alguno, la lluvia fría había logrado traspasar
un poco mi ropa. No sabía a donde ir, mis pasos caminaban sin dirección.
Hasta que me detuve frente a un edificio.
Lo miré bien y supe que ese era el edificio de _____. Me acerqué a la puerta y
para mi buena suerte, estaba abierta. Me quedé un segundo quieto, esperando a
que todo volviera a ser visible, ya que lo estaba viendo borroso. Reí por lo
bajo y me acerqué al ascensor.
Entré y sin dudar marque el piso 6.
Llegué al piso más rápido de lo que pensé. Me acerqué a la puerta y di tres
golpes firmes y lentos. Necesitaba que me abriera, necesitaba verla, necesitaba
abrazarla. Que ella me abrazara y que me contuviera. Tragué ante el
pensamiento.
—Ya voy —escuché su dulce voz desde
adentro. La puerta se abrió y ella me miró sin poder creerlo —Tom…
—Lo siento, no sabía a que otro lugar
ir —dije y me tambaleé un poco. Ella se acercó a mí y tomó de la cintura. Su rostro
quedó cerca del mío — Gustav ha salido de casa y Georg esta en un caos familiar
—disculpé con esas excusas mi presencia en su casa. Me ayudó a entrar y me hizo
sentarme en el sillón.
—¡Menos mal que te dije que no hicieras
tonterías! —me empezó a regañar. Mi cabeza daba muchas vueltas. Solo vi como se
acercaba a la cocina —¿Por qué haces esto? ¿Qué necesidad tenías de tomar así?
A kilómetros se te huele el alcohol —siguió hablando. Sonreí por lo bajo y vi
como ella servia algo en una taza —¡Creo que ya estas un poquito grande como
para estar emborrachándote por ahí y poniendo tu vida en peligro!
—Ya, ya no me retes —le pedí. Ella se
acercó y se arrodillo frente a mí. Me quitó la capucha.
—¡Tienes los ojos rojos por el alcohol!
¿No te da vergüenza? Encima me lo prometiste, me prometiste que no ibas a hacer
tonterías…
—Perdón, perdón —me disculpé.
Levantó su mano y secó mi rostro con la
toalla que había traído. Luego me ayudó a quitarme el buzo, ya que estaba
empapado.
Colocó la toalla alrededor de mis
hombros. Giró y tomó la taza para dármela. Miré el líquido verde claro y la
miré a ella.
—Es un té chino, quita la borrachera
más rápido que el café y no provoca efectos de adicción, como el café —me dijo.
Volví a mirar el té y con duda lo
acerqué a mi boca.
Apenas un sorbo de aquello tocó mi
lengua lo alejé de mí.
—Esto es un asco —dije mientras dejaba
que esa horrible cosa pasara por mi garganta.
—Lo siento querido, pero el que quiere
celeste que le cueste —dijo y me hizo tomar de nuevo.
Juro que era lo más asqueroso que había
probado en mi vida.
—No, no quiero más —alejé la taza de
mí, pero ella volvió a acercarla.
—No, claro que no —llevó la taza a mi
boca —Vas a tomarte todo, quieras o no.
Sonreí por lo bajo y tomé
obedientemente.
—Estoy seguro de que así debe sonar mi
madre —dije algo divertido. Sus ojos se clavaron en los míos, y acomodó un poco
mi cabello.
—¿Sabes? La noche de la fiesta en la
que nos encontramos, ¿recuerdas? —me dijo. Asentí con la cabeza mientras volvía
a tomar un poco de té. Ya no sabía tan horrible —Estábamos jugando a las veinte
preguntas… no lo terminamos. Me tocaba a mí…
—Fueron cinco, no veinte... bueno seis
—le dije al recordarlo con claridad. Sonrió por lo bajo y luego soltó un leve
suspiró mientras se arrodillaba mejor frente a mí.
—Bueno, entonces comenzaré —me dijo.
Asentí —¿Por qué haces las cosas que
haces?
—No lo se, es algo que… no lo se —le
respondí.
—Está pregunta siempre quise hacértela
—dijo algo divertida —¿Qué le viste a Cassandra?
Su pregunta me hizo reír por lo bajo.
La miré a los ojos y arqueé una ceja.
—¿Celosa? —pregunté.
—La que hace las preguntas aquí soy yo
—me dijo seria.
—Está bien, está bien —le dije y
suspiré —Cassandra es una más del montón, nada significó para mí y jamás va a
significarlo.
—¿Yo soy una más del montón?
—No, jamás —contesté rápidamente.
—¿Playa o montaña? —me dijo.
—Montaña, así podría ir con alguien a
quien le parece que lo mejor de tener frío es poder entrar en calor —le dije.
Rió levemente y clavó sus ojos en los míos.
—¿Cómo se llama tu madre? —preguntó.
Detuve el recorrido que estaba haciendo
la taza a mi boca. Sentí como un nuevo nudo se formaba en mi garganta. Aquel
mareo horrible que tenía cuando llegué ya casi ni estaba.
—Simone —dije por lo bajo.
—¿Dónde esta ella? —dijo.
—No lo se —dije y fijé mi mirada en la
nada —Hace diez años que no se nada de ella. Mi padre… mi padre la golpeaba.
Ella un día se cansó y me agarró y nos fuimos de casa con Ben.
—¿Quién es Ben? – la miré a los ojos y
sentí como los míos se llenaban de lágrimas.
—Ben era el hombre por quien mamá iba
dejar a Jotg. Siempre lo quise mucho, era un hombre increíble —contesté su
pregunta —Nos… fuimos de casa, pero papá fue por mí con un juez y se quedó
conmigo. Desde entonces… no supe más nada de ella. No sabía si estaba viva, si
estaba muerta —mi voz se quebró al final de la oración —Mi padre me ha
amenazado toda su vida con que si yo no hacía lo que él quería iba a mandar a
matar a mi madre —la mire de nuevo a los ojos y sus marrones ojos estaban
llenos de lágrimas también —Yo no pude hacer nada, ¿entiendes? ¡El maldito me
tiene agarrado de las pelotas!
—Otra pregunta —dijo con un hilo de
voz. La miré extrañado —¿Puedo besarte?
No dije nada. Ella se inclinó hacia
delante y chocó suavemente sus labios con los míos. Mis ojos se cerraron
instantáneamente. Sus labios se cerraron suaves sobre los míos, que con temor
respondían a su gesto.
No había ganas en ese beso, no era una
insinuación sexual. Ese beso era preocupado, angustiado, quería consolarme.
Esto no podía ser así, no debía ser así. Algo asustado me alejé de ella. Me
miró algo sorprendida.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—No… no hagas eso. Yo no quiero tu
lastima… no me gusta la lastima —le dije.
Tomó mi rostro con sus manos e hizo que
la mirara fijo a los ojos. Me sonrió dulcemente, provocando que un escalofrió
bajara por mi espalda. Volvió acercarse a mi boca.
—No, no es lastima —susurró sobre mis
labios —Solo quiero cuidarte. Tú viniste hasta aquí, no porque Gustav o Georg
no estaban. Viniste hasta aquí, porque necesitas que te cuide, necesitas que te
abrace, que te bese. Me necesitas…
Se acercó más a mí y se sentó sobre mi
regazo. Me encontré colocando torpemente mis brazos alrededor de su cintura,
mientras sus labios eran una suave caricia sobre los míos.
Sus manos acariciaban mis cabellos,
hacia atrás. Y luego las yemas de sus dedos, acariciaban mis mejillas. Y su
boca, ¡dios santo su boca! Su boca se estaba convirtiendo en una obsecion.
Una peligrosa obsesión.
Se alejó un poco y yo quedé colgando en
el aire. Abrí mis ojos, para enfrentar los suyos. Despacio acarició mi nariz
con la suya y luego se puso de pie.
Caminó hasta la cocina y se puso a
revolver algo.
—¿Te quedas a comer? —me dijo. Me puse
de pie y caminé hasta donde estaba ella.
—Creo que va a ser mejor que me vaya
—le dije. Me miró a los ojos.
—Está lloviendo y ya es tarde, ¿Por qué
no te quedas, Tom? —preguntó.
—No… no lo se _____ —dije con duda.
Puso su mejor cara de perro mojado y me
miró fijo sacando un poco de puchero. ¡Maldita sea! No puedo creer que tenga
esa facilidad de hacerme ceder así.
—¿Si? —preguntó sin dejar de mirarme y
hacerme ojitos. Respiré profundamente.
—Está bien —dije mientras soltaba el
aire que tenía en mi cuerpo.
Sonrió y se estaba por acercar a mí,
pero se detuvo y me miró.
—No, no. No lo tengo que hacer. No lo
voy a hacer, quédate tranquilo. Mantendré distancia entre nosotros —dijo. La
miré divertido.
Me acerqué a la mesa y me senté frente
a ella mientras observaba como cocinaba.
—¿Qué estas haciendo? —le pregunté.
—¿Recuerdas aquel día en la oficina de
mi madre que me desmayé y me dijeron que estaba anémica? Bueno, fui al medico
el otro día y confirmó aquello. Me dijo que debo comer carne. Así que estoy
haciendo algo con un poco de carne —dijo. La miré divertido.
—Aquí tienes carne para comer, cariño –
dije refiriéndome a mí. Me miró divertida.
—No, esa carne tiene miedo de mí. Así
que mejor no la como, y trato de no mirarla, para que no salga corriendo —me
dijo sin dejar de sonreír.
Volvió su vista a la comida. Y una
pregunta se trabó en mi garganta.
Mi mirada estaba clavada en ella, pero
ella parecía no notarlo.
El imborrable recuerdo de su cuerpo
contra el mío, llegó a mi cabeza para agitarme. Tenía que preguntárselo, tenía
que hacerlo…
—¿Me pasas ese plato? —me dijo,
haciendo que saliera de mis pensamientos. Asentí y le alcancé lo que me pedía
—Tengo helado de postre, ¿Te gusta el helado?
—Algo frío para entrar en calor, si —le
dije.
Ella rió divertida y vi como sus
mejillas tomaban un poco de color. Como me encantaba que sus mejillas tomaran
color. Se veía tan inocente así.
—¿Vas a quedarte, verdad? —me preguntó
mientras me alcanzaba un plato con comida.
CAPITULO # 43:
—Por ahora no tengo ninguna intención
de irme —le contesté. Ella suspiró levemente.
Se sirvió comida para ella y se sentó
frente a mí.
Vi como miraba con cierto asco la carne
frente a su plato. Con el tenedor, corrió un pedazo y se dedico a pinchar la
verdura. Reí por lo bajo y me miró.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Pinché un pedazo de carne y estiré mi
mano para acercarlo a su boca. Arrugó la nariz y me miró implorando que no lo
hiciera.
—Debes comerlo, o me veo en la
obligación de que comas otro tipo de carne.
—Dispuesta, estaría a hacerlo…
—susurró, y clavó sus ojos en los míos —No me hagas comer eso, voy a ensuciar
todo mi organismo. Hasta tal vez me agarre una patada al hígado por comer esto,
después de tanto tiempo.
—¿Qué te dijo el medico? —le recordé.
—Puedo sustituir eso por alimentos con
fibra —dijo sin dejar de mirar asqueada la carne en mi tenedor —No me hagas comer
eso.
—______, los humanos estamos para comer
carne.
—¿Si como un pedacito, ya no me harás
comer más? —preguntó como una niña pequeña poniendo condiciones para comer sus
verduras, en este caso… carne.
—Lo prometo —le afirmé.
Respiró profundamente y abrió apenas su
boca para acercar la carne. Cuando estuvo dentro se quitó el tenedor. Dio un
pequeño mordisco y frunciendo aun más el ceño quito la carne de su boca. La
mire bien.
—No puedo, no puedo —dijo apunto de
chillar como si de verdad tuviera 5 años —Esta viscoso y… diaj que asco. El
solo hecho de pensar que un pobre animalito fue asesinado brutalmente para
terminar en mi plato me repugna. No sabes lo mal que me sentí cuando tuve que
cortar la carne en pequeños pedacitos…
Reí divertido y me miró entrecerrando
los ojos.
—Oh eres increíble —dije sin dejar de
reír.
—Lo siento señor ‘como carne porque soy
un humano’ pero no puedo hacerlo. Simplemente no puedo.
—Está bien, está bien. Por lo menos
come tus verduras.
—Sonaste como mi padre —dijo algo
asustada.
Volví a reír. Ella era divertida y tan
única. Tan espontánea y natural. Tal vez yo podría estar pasando el peor
momento de mi vida, pero estoy completamente seguro que ella sería capaz de
sacarme una sonrisa.
Comimos entre risas y unas cuantas
intensas miradas. Mirarla era algo tan especial, juro que me daba paz.
Terminamos y la ayudé a lavar todo. Se giró a verme.
—¿Seguirá lloviendo? —dijo.
Hice un gesto con los hombros. Entonces
ella comenzó a caminar hacia un gran ventanal. Corrió las cortinas y vimos como
la intensa lluvia caía pesadamente sobre la cuidad.
—Si, aún llueve —le dije acercándome a
mirar un poco. Ella abrió una de las puertas del balcón.
—Amo el olor a lluvia —musitó con los
ojos cerrados y respirando profundamente.
—Y yo amo el olor a ti —dije
inconscientemente. Se giró a verme y pestañeó nerviosa.
—¿Vemos una película? —me preguntó
rápidamente.
—¿Por qué no? —le dije asintiendo.
Volvió a la cocina y tomó dos pequeños
potes de helado del refrigerador. Me entregó uno y me dio una cuchara.
—Ven, vamos a arriba —me dijo y comenzó
a subir las escaleras a su cuarto. Otra vez los recuerdos de esa noche
volvieron a mi mente. Lentamente subí detrás de ella. Y cuando llegamos ambos
nos quedamos quietos —Mmm, ponte cómodo —dijo algo nerviosa.
Asentí y me quité las zapatillas para
sentarme en la gran cama. No podía evitar recordar aquello, se me hacía casi
imposible.
—Amelie, película de origen
franco-alemana, me dijeron que es muy buena —dijo ella y se acercó hasta el
gran televisor que estaba frente a nosotros para ponerlo.
Puso el DVD y luego se sentó en la
cama. Se acercó más a mí, apoyando un costado suyo contra mi pecho. La miré y
en un impulso me acerqué a ella, para besar su mejilla. Vi como sonreía sin
dejar de mirar al televisor.
La película comenzó. Una voz en off
comenzó a narrar la historia. Trate de concentrarme, pero mi vista se desviaba
hacia el perfil de ______, hacia su forma de comer helado, mientras
concentradamente leía la traducción.
Luego de un rato apoyó la cabeza en mi
pecho. Yo solo me quedé así, mirando muy entretenido aquella interesante
película y comiendo helado. Coloqué mi brazo alrededor de ella, y mi mano quedó
descansando en su espalda.
“Sin ti, las emociones de hoy no serían
más que la piel muerta de las emociones de ayer”
Esa frase quedó bastante metida en mi
cabeza.
Bostecé cuando la película terminó y el
disco salió solo. Quise moverme, pero ______ no se levantó. Estiré un poco mi
cabeza para mirarla y estaba dormida.
Sonreí levemente y con cuidado la
solté. Abrí la cama, y la acomodé bien allí para taparla como a una niña. Me
acerqué al televisor y lo apagué. Tomé mis zapatillas para irme.
Yo tenía que irme de allí, salir e irme
para dejar de pensar un poco en todo lo que ella me produce cuando estamos
juntos. Caminé hasta la escalera, pero mis pasos se detuvieron. Giré para
mirarla y su pequeña figura sobresalía en aquella inmensa cama.
—Mierda… —susurré y solté las
zapatillas para acercarme de nuevo a la cama.
Abrí con cuidado las sabanas y
frazadas, para con más cuidado acostarme a su lado. Cuando lo hice, giró sobre
el colchón y apoyó su cabeza sobre mi pecho. Apoyándose dulcemente cerca de mí,
colocando sus piernas debajo de las mías y haciendo que su perfume entrara
impávidamente por mi nariz. La miré algo sorprendido.
—Sabía que no ibas a irte —me habló en
voz baja.
—¿Estabas despierta? —pregunté.
—Si —musitó y se abrazó más a mí —Y me
alegro de que no te hayas ido.
—______…yo...
—Abrázame, no seas tonto… Hace frió —se
quejó.
Entonces con cuidado la abracé.
—______ —la llamé.
—¿Si?
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—¿Estas arrepentida de lo que pasó
aquella noche? —le pregunté.
No dijo nada, pensé que no iba a
responderme.
—No —dijo apenas audible, pero la
escuche —No estoy arrepentida —levantó un poco su cabeza y besó el borde de mi
mentón —Ahora duerme, ¿si?
—______ —la volví a llamar.
—¿Qué? —dijo ya frustrada de mí. Reí
levemente.
—Déjame besarte —pedí.
—¿Por qué quieres besarme? —me
preguntó.
—Porque lo necesito —dije algo agitado.
—¿Y por qué? —volvió a preguntar.
—No lo sé, maldita sea —solté
exasperado —Solo sé que lo necesito, te necesito desesperadamente.
Entonces, levantó su cabeza de mi pecho
y me besó de esa manera suave que ella siempre utilizaba. Moví mi boca a ese
ritmo tan especial y delicado. Sentí como una de sus manos se apoyaba
suavemente en mi mejilla. La rodeé firmemente con mis dos brazos, mientras la
acercaba implacablemente hacia mí.
Se subió a horcajadas sobre mi abdomen,
jadeé levemente al sentir el tibio contacto de sus manos debajo de mi remera.
Se alejó apenas de mi boca y me miró agitada.
—Déjame demostrarte que puedes llevar
más cosas, además de las ganas, a la cama. Déjame demostrarte que no solo puede
haber placer en esto —dijo mientras besaba mi rostro. Tragué sonoramente —En la
cama puede haber muchas cosas Tom. Consuelo, culpa, alivio…
—______… —dije agitado.
Me besó callando mis palabras.
—Puedes sentir miedo, alegría. Puedes
sentir coraje… —se alejó de mi para clavar sus ojos en los míos —Tom… puedes
sentir amor, eso que tanto temes y de lo que huyes despavorido, como si fuera
lo más horrible del mundo. En una cama, las cosas son mucho mejor y más
placenteras cuando hay sentimientos de por medio.
—______, yo…
—¿Tú que? —susurró —Déjame hacerte el
amor.
La miré fijo a los ojos y recordé las
palabras de Gustav.
—Cuando hagas el amor con alguna, te
vas a dar cuenta. No es cosa de una sola noche. Vas a querer hacerlo todas las
noches que sigan…
—Soy todo tuyo cariño —le dije y ella
sonrió para luego inclinarse hacia delante y tomar mis labios en un apasionado
beso.
Metí mis manos debajo de la remera de
pijama, la suave piel de su espalda estaba fría, mientras que mis manos estaban
calientes.
Sentí como todo su cuerpo de erizaba
ante el contacto caliente de mi mano, sobre su piel. Su lengua se mezcló con la
mía y sentí el sabor dulce y frío del helado.
Con un simple movimiento giré sobre el
colchón y la atrapé debajo de mí. Me alejé de su boca para mirarla a los ojos.
Ella me sonrió dulcemente y acarició mi rostro.
—Ya dejemos las vueltas, Tom —me dijo.
—¿Estás dispuesta a admitir que te
mueres por mí? —le pregunté divertido. Mordió su labio inferior y me miró de
manera caliente.
—Ya no puedo decirte que no —dijo y
alzó la cabeza para rozar mi boca —Estoy loca por ti.
Sentí un cosquilleó en mi estomagó..
Eran las estúpidas mariposas que Rose
me había dicho que se sienten cuando uno está… está enamorado.
—Yo también estoy loco por ti ______,
completa y perdidamente loco —admití y terminé de besarla.
Sus manos bajaron hasta el borde de mi
remera y soltando apenas mis labios me la quitó por la cabeza. Arrojó la prenda
hacia un costado, mientras sobre sus labios se curvaba una sonrisa. De una
manera que me sorprendió hizo que giráramos y quedó sobre mí. Su suave mano
acarició mi pecho y bajó por mi abdomen.
Casi desesperado me senté y la besé
posesivamente, provocando que un pequeño gemido escapara de su boca. Le quité
la molesta remera, que no me dejaba acariciarla con ansias. Volví a besar sus
labios, para luego bajar a su cuello. Sus manos acariciaban mi espalda y nuca.
Subiendo una de mis manos por su
pequeña espalda, me llevé el broche de su sostén. Se alejó un poco de mí para
mirarme a los ojos.
Levante mi mano y la apoyé sobre su
hombro. Sin quitar mi mirada de la suya, retiré con cuidado el bretel. Sus
labios se apoyaron despacio sobre los míos, mientras mis manos terminaban de
quitar el sostén de ella.
Sus brazos se elevaron y rodearon mi
cuello. Acercándola más a mí rodeé su cintura con mis brazos, mientras nuestras
bocas se conocían un poco más.
De una u otra forma, nos fuimos
deshaciendo de cada prenda que nos cubría. Juro que no solo estaba totalmente
excitado y desesperado por entrar en ella, también estaba asustado y una parte
de mí me decía que me alejara.
Pero, ¿Cómo podía hacer algo así? ¿Cómo
podía hacerlo si simplemente se que la necesito más que a nada?
Sus manos eran tan suaves y cálidas y
me acariciaban tan dulcemente, que puedo jurar que su toqué me quemaba por
dentro. Me encendía de una forma, que nunca había sentido.
Esto no era simplemente algo sexual, y
me daba tanto placer. Más placer de lo que jamás pensé sentir.
Con cuidado me recosté con ella y volví
a girar para que quedara bajo mi cuerpo. Bajé mis besos por su cuello, y su
pecho. Sus piernas me rodearon las caderas, encendiendo una hoguera en mi
interior.
—Sabes tan bien cariño —le murmuré
cerca del oído.
Gimió levemente, cuando con mis manos
la acomodé mejor debajo de mí, tomándola de ambas piernas y haciendo que mi
sexo se presionara levemente contra el suyo.
—Te necesito dentro Tom… por favor —me
rogó.
Su suplica me hizo estremecer. Y
entonces alcé la cabeza para mirarla fijamente a la cara. Sus ojos marrones
estaban nublados por el placer, sus mejillas levemente enrojecidas. Ella era
tan hermosa… y yo ya no podía hacer nada para negar lo que sentía. Entonces
despacio empecé a entrar en ella. Sus manos apretaron mis hombros, cuando la
llené completamente. Bajé la cabeza y la besé con ternura, mientras empezaba a
envestirla suavemente, con cuidado y hasta el fondo. Me abrazó dulcemente
mientras nuestras bocas se fundían en un delicado beso.
¡Demonios, la tonta sensación de su
cuerpo abrazando al mío no tiene descripción!
La sensación de su pecho latiendo
contra el mío. La sensación de su corazón latiendo bajo el mío. Su ritmo era
hiperactivo y escandalizador, hizo que todo mi cuerpo temblara e hizo que me
diera cuenta de que mi corazón latía al mismo ritmo. O peor aun, mucho más.
CAPITULO # 44:
Suaves gemidos escapaban de sus labios,
que eran rápidamente acallados por los míos. Besé cada centímetro de su piel
que estaba a mi alcance, mientras aun me movía dentro de ella.
—Tom… —gimió mi nombre mientras sentía
que poco a poco la iba llevando a su clímax.
Mordisqueé sus labios y tironeé de
ellos con suavidad, mientras me movía despacio la sostenía entre mis brazos.
Ella entrelazó sus piernas con las mías y me mantuvo cerca.
—Quiero que sepas una cosa —le hablé
agitadamente. Sus ojos se clavaron en los míos. Me acerqué a ella y rocé su
nariz con la mía —Yo quiero hacer el amor contigo… hoy, mañana… pasado mañana y
por muchas, muchas noches más.
No se como fue, pero ella giró sobre el
colchón y quedó sobre mí. Gruñí fuertemente al sentirla así. Salvaje… mojada…
completamente mía. Comenzó a moverse suave sobre mí y era tan placentero verla,
que no pude contenerme. Me senté y capturé sus labios en un caliente beso.
—Y yo quiero que lo hagas —me dijo
agitada y soltando apenas mi boca.
No se cuanto tiempo estuvimos así, y
tampoco era que me importaba.
Por mí iba a estar dentro de ella toda
la noche. Pero entonces sentí que tenía que liberarme. La tomé de las caderas y
la empujé más cerca de mí.
Ella boqueó y se aferró a mi cuello,
mientras me mordía levemente el hombro. Luego de unos segundos gimió mi nombre
al correrse en mis brazos. Me recosté con ella y giré atrapándola de nuevo.
Besándola otra vez, aceleré mis
embates, buscando mi propia paz. Y cuando la encontré no cerré los ojos, solo
bajé la mirada hacia ella.
______ respiraba trabajosamente, sus
labios estaban rojos y un poco hinchados. Levantó su mirada para encontrarse
con la mía.
Me sonrió y levantó su mano para
acariciar mi rostro.
Entonces supe que no había nada que yo
no hiciera por ella. Si ella quería, sería capaz de bajar al infierno y matar
al mismo diablo, solo para hacerla sonreír.
Maldije por lo bajo ante el
pensamiento. Me estaba por apartar de ella, pero me tomó de la barbilla e hizo
que la mirara.
—No te atrevas a alejarte de mí —me
ordenó y luego me besó ferozmente.
Apenas podía respirar al sentirla con
cada fibra de mí ser. Su pequeño y femenino cuerpo debajo del mío. Pero el
calor de sus labios y el valor de su intrépida voluntad eran los que me
calentaban.
El fuego de su pasión ardía a través de
mí, haciéndome sentir vulnerable y al mismo tiempo fuerte y decidido. Soltó
levemente mis labios, entonces la miré a los ojos y luego bajé sobre ella, para
poder apoyar mi cabeza sobre su pecho.
—¿Escuchas la lluvia? —le pregunté.
—Si —me contestó sin dejar de acariciar
mis cabellos.
—¿Sabes que escucho yo? —le dije.
—¿Qué? —preguntó.
—Escucho tu corazón…
—¿Y que te dice mi corazón?
—Me dice: Más te vale Kaulitz que te
quedes, porque o sino te juro que te vas a arrepentir de haberme hecho latir
como loca —le dije.
Ella rió divertida, haciéndome levantar
la cabeza para mirarla.
—¿Y que dice el tuyo? —me preguntó.
—¿Por qué no lo escuchas tú misma?
—dije y giré en el colchón para que ella quedara sobre mi pecho. Se apoyó
suavemente, colocando una su mano izquierda en el lado derecho de mi pecho. Con
mi mano acaricie su espalda —¿Y que te dice?
—Me dice: Cariño, ¿Por qué no lo
repetimos? Fue muuuy interesante participar esta vez… aunque debo confesarte
que la primera vez también participé —me dijo y levantó su cabeza para mirarme
—¿Eso es lo que está diciendo?
—Exactamente eso es lo que esta
diciendo —le contesté.
Sonrió y se acercó a mí besando
suavemente mis labios. Respiré profundamente y su perfume invadió mi cuerpo.
Que agradable era oler a ella.
Mordió mis labios traviesamente. Arqueé
una de mis cejas y me alejé con cuidado.
—¿Estás juguetona? —le pregunté.
—Solo cuando me provocan estarlo —me
dijo y capturó mi boca de nuevo.
Comencé a despertar por un extraño
ruido que llegó a mis oídos. Somnoliento abrí un ojo y miré el techo. Esta no
es mi casa… Entonces recordé todo y giré la cabeza para poder comprobarlo.
Sentí que mi corazón latía rápido al
verla allí. Ella dormía profundamente boca abajo. Su largo y oscuro cabello
caía sobre su espalda. Me apoyé sobre mi codo y la miré fijo. Su rostro estaba
relajado y sus labios parecían curvar una leve sonrisa.
Bajé mi mirada por su cuerpo, que
estaba debajo de las sabanas. Levanté mi mano y acaricie su mejilla. No puedo
creer que de verdad me haya quedado, aunque después de hacer el amor casi toda
la noche no podía irme.
Bajé mi mano de su mejilla a su mentón,
seguí bajando hasta encontrarme con las sabanas. Con cuidado comencé a bajarlas,
para poder apreciar la dorada y suave piel de su espalda. Cuando la sabana
quedó justo sobre el final de su espalda, subí mi mano y la acaricie con
cuidado. Su piel se erizó y ella se movió levemente.
Pero yo quería ver más de ella. Volví a
tomar las sabanas y seguí bajándolas, hasta retirarlas completamente de su
cuerpo. Su pequeño y redondo trasero se veía suave. Sonriendo bajé mi mano por
su espalda, hasta llegar a él y acariciarlo despacio…
—¿Por qué estás tocándome el trasero?
—su voz suave y adormilada llegó a mis oídos.
Levanté la cabeza y miré su rostro.
—Buenos días —la saludé.
—Pásame las sabanas, pervertido. Y deja
de mirarme así —me dijo.
—Me parece que la más pervertida de los
dos eres tú —le dije.
Se sentó en la cama y tomó las sabanas
para taparse. Volvió a acostarse boca arriba y giró la cabeza para mirarme.
—¿Te quedaste de verdad o estoy
soñando? —me preguntó.
Rápidamente me acerqué a ella y la besé
con pasión. Llevé mi mano a su nuca y enterré mis dedos en sus cabellos. Su
lengua acarició la mía y elevó sus manos para tocar mi rostro.
Entonces no pude evitarlo, me subí a su
cuerpo, haciendo que gimiera levemente. Solté despacio sus labios.
—No podía irme cariño —le contesté
agitado.
Ella arqueó una ceja y subió y bajó sus
manos por mi espalda.
—Mmm, que excitante es despertar y
encontrarte aquí… tocándome —dijo provocadoramente.
—¿Recuerdas las barbaridades que me
dijiste? —le pregunté.
—¿Yo? —dijo haciéndose la desentendida
—No querido… tú eras el que me decía cosas que ni siquiera me atrevo a repetir.
—¿Cómo que? Lo duro que…
—¡Tom! —me calló antes de que
continuara.
—Vamos, te encantó que te dijera todas
esas cosas mi pequeña y pervertida cajita de mentiras…
—¿Quieres saber que es lo que realmente
me encantó, mi fogoso y lujurioso motoquero 50 Cent?
—Mmm… fogoso y lujurioso, que bonitos
adjetivos —le dije. Ella sonrió —¿Qué fue lo que te encantó?
—Me encantó hacer el amor contigo y que
te quedaras…
—¿Qué me estás queriendo decir con eso?
—pregunté alejándome un poco más de ella para mirarla bien a los ojos —¿Acaso
me estás queriendo decir que te gustaría intentarlo?
—¿Tú lo intentarías? —me preguntó. La
miré fijo a los ojo y ya no lo dude.
—Claro que si… porque eres la primera
mujer con la que duermo, y eres la primera mujer con la que hago el amor… la
primera que me vuelve loco… y me gusta tanto —le dije mientras me inclinaba
hacia ella para tomar sus labios.
Su boca me esperó dulce y calida.
Comencé a besarla más profundamente al sentir que el deseo volvía a brotar en
mí.
Subí mi mano por el costado de su
cadera y cintura, hasta toparme con su pecho. Ella gimió y su pezón se
endureció contra mi palma. La apreté sutilmente y su boca se abrió más para mí.
—Tom… cariño —dijo alejándose apenas de
mí —Tenemos que levantarnos.
—No —susurré y la callé besándola de
nuevo.
Volvió a soltar mi boca y respiró
profundamente.
—Kaulitz —me llamó en tono de
advertencia.
—Vamos Levine, no te resistas —le dije
y comencé a bajar mis besos por su mentón.
Al parecer ella perdió todo rastro de
cordura, pues comenzó a dejarse y a no protestar por ello. Seguí bajando mis
besos por su cuello, mordisqueé esa delicada piel. Seguí bajando y besé sus
pechos, ganándome un murmuro de placer.
—Tom… no hagas esto… no, detente ya…
Dios. Debemos levantarnos, tenemos que ir a la Universidad —me dijo.
—Al diablo con la Universidad —dije y
volví a subir por su cuello hasta su boca. La besé con ímpetu, con necesidad.
Saboreando cada rincón de su boca —Pero si no quieres me alejo. Dime ______,
dime que no me deseas y me alejo de ti…
—Te deseo Tom, no sabes cuanto —dijo
agitada.
Le sonreí y volví a besarla.
No había nada que me gustara tanto como
besarla. Como lo dije varias veces ella tiene una forma muy particular de
hacerlo. Sus manos bajaron por mi espalda y soltó mi boca haciendo que mis ojos
se abrieran. La miré fijo.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
—Nada… solo quería verte a los ojos —me
dijo dulce.
Entre unas tiernas y al mismo tiempo
calientes caricias la temperatura de nuestros cuerpos y del lugar comenzó a
subir. Jadeé al sentir sus labios en mi cuello y llegando a mí oreja. Con
cuidado tomó el lóbulo con su boca y lo mordió despacio.
Ella se sentó a horcajadas sobre mi
abdomen y me miró pícaramente. Se inclinó hacia delante y comenzó a besar mi
mentón, comenzó a bajar por mi pecho, cerrando y abriendo su boca sobre mi
piel. Un celular comenzó a sonar. Ella levantó la cabeza y miró extrañada a
nuestro alrededor. La miré y tomé su rostro.
—No atiendas —le dije agitado.
—Puede ser importante —resopló.
—No hay nada más importante que tú y yo
en este momento —dije y la jalé hacia mí para besarla.
El celular dejó de sonar, y sonreí
sobre sus labios. Nada ni nadie iba a parar este momento, ella no se iba a
alejar de mí sin antes ser mía. Otra vez el maldito sonido invadió la casa.
______ se incorporó de mí y me miró
divertida. Solté un frustrado gruñido. Ella se bajó de mí y giró sobre el
colchón para agarrar el celular que se encontraba en la mesita de noche.
—¿Hola? —dijo al atender. Sin dejar de
mirarla me acerqué a ella y comencé a besar su brazo.
Ella sonrió y mordió sus labios. Fui un
poco más atrevido y subí mi boca por su hombro para luego bajar hasta su pecho
—¡Tom no hagas eso, es tu prima!
—¿Mirna? —dije sin poder creerlo. Tomé
el celular de ______ y lo puse en alta voz.
—¡Estás con Tom! ¿Cómo que estás con
Tom? ¿Qué hace él ahí? —escuché como preguntaba sin poder creerlo.
—Primero quieres tirar a mi ______ a
los brazos de otro y ahora arruinas un momento extremadamente caliente, ¿Qué
más vas a hacer primita? —le pregunté.
—¡Oh, eres un asqueroso! ¡No quería
saber aquello! —se quejó.
—No seas malo con tu prima —la defendió
______ —¿Qué pasó Mirna ?
—¿Cómo que pasó? Por si no te has dado
cuenta ya son más de las 11 de la mañana y tú aun no estas en la Universidad…
pero ya entiendo porque —dijo la rubia.
—Me parece perfecto que lo entiendas…
bueno adiós —dije e intenté colgar, pero ______ tomó el celular y se puso de
pie dándome la espalda.
—Creo que ya no vale la pena ir por
unas pocas horas —dijo ella y me miró de costado, aun mostrándome su cuerpo
desnudo, solo de atrás.
—¿Pasaron la noche juntos? —preguntó
Ashley.
—Una larga y lujuriosa noche —le dije
fuerte para que me escuchara.
—¡Pervertido! —me chilló mi prima.
______ tomó su ropa interior y se la colocó rápidamente. Maldije para mis
adentros al saber que la cosa ya se había acabado… por ahora.
—Mirna, más tarde te llamo ¿si? —dijo
ella.
—¿Vas a cambiarme por élla? —le
preguntó sin poder creerlo.
—No, no te estoy cambiando por tu
prima…
—Si, si lo está haciendo —dije mientras
me recostaba en la cama y colocaba mis brazos detrás de mi cabeza.
—Bueno, no importa —habló Mirna y ambos
escuchamos como reía levemente —Me alegro que se hayan dado cuenta de que
tienen que estar juntos… me alegro que lo hayan entendido de una vez, en vez de
estar como perro y gato peleando y reclamándose cosas.
—En eso estoy completamente de acuerdo
primita —le dije.
CAPITULO # 45: (Fin del Maratom)
Ella colgó el teléfono y se quedó
parada dándome la espalda. Esperé a que girara pero no lo hizo. Me senté en la
cama.
—Oye, ¿Por qué no me miras? —le
pregunté. Lentamente se giró a verme, con los brazos sobre su pecho… cubriéndose
– Ooooh, ¿ahora te pintó la vergüenza?
— No seas tonto… claro que tengo
vergüenza… no es algo que haga siempre —me dijo.
— Eres la criatura más hermosa que vi
en mi vida.
— Mentira — me contradijo.
— ¿Quieres que te lo demuestre? —le
pregunté. Ella rió y se acercó a la cama, para acercarse a mí y depositar un
dulce beso sobre mis labios.
— No, porque se exactamente que clase
de demostración está pasando por tu perversa mente en estos momentos… ahora
debemos levantarnos y bañarnos, y…
— ¿Bañarnos juntos? — la detuve. Ella
arqueó una ceja y se puso de pie.
— No, claro que no — me dijo.
— ¿Por qué no? — pregunté como un niño
pequeño.
— Porque no – contestó – Es tarde Tom…
por tu culpa ya no fuimos a la Universidad…
— ¿Por mi culpa? Disculpa cariño, pero
eras tú la que no quería parar anoche.
Hizo un gesto de indignación.
— ¡Claro que quería parar!
— ¿Segura? – dije con tono seductor.
— Bueno, en realidad… no. Pero ese no
es el tema ahora, lo que importa ahora es que tú te bañas en este baño y yo voy
al de abajo – me dijo.
— No, no, no espera – dije y me puse de
pie.
Ella tapó sus ojos rápidamente y giró
dándome la espalda.
— ¡Cúbrete! — chilló. No pude evitar
soltar una sonora carcajada.
— Mmm, me parece que de verdad el día
te vuelve tímidona — dije mientras me acercaba más a ella.
— ¡No te me acerques! — me advirtió.
Sonreí y me acerqué más hasta tener su espalda contra mi pecho. Ella se paró
erguidamente
— ¿Por qué?
— Tom… no seas atrevido — susurró un
tanto agitada.
— ¿Vas a dejar que me bañe contigo? –
le pregunté y acerqué mi boca a su nuca, para comenzar a besarla tiernamente.
— N… no — dijo con un poco de
dificultad.
— Por favor — rogué y coloqué mis manos
en su cintura para acercarla más a mí.
— No y es mi última palabra Kaulitz —
dijo firmé y se alejó para comenzar a bajar las escaleras.
— ¡Esta bien! Tú te lo pierdes — le
dije y me volví a acostar en la cama pesadamente.
— ¡Levántate y entra a ese baño! ¿Me
escuchaste? — me habló desde abajo.
— No, no quiero — dije como un niño de
5 años.
— Será mejor que lo hagas cariño — me
dijo y sonreí ante su forma burlona de llamarme así.
— ¿Qué pasa si no lo hago?
— Sufrirás las consecuencias…
— ¿Y cuales son las consecuencias?
— No voy a besarte más, por el resto
del día – me dijo.
Rápidamente me levanté de la cama y
busqué mis cosas, para entrar a bañarme. No quería semejante castigo solo por
no hacer lo que me decía.
— Esta bien, esta bien… ya entro — dije
y obedientemente entré a ducharme.
Me di una refrescante ducha y salí
cambiado. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Detuve mis pasos al
verla allí parada, preparando el desayuno, envuelta en una toalla de baño. Su
pelo estaba mojado, y caía pesadamente a ambos lados de sus hombros.
Ella levantó la mirada y me miró. Una
sonrisa se curvó en su perfecta boca, haciendo que me diera cuenta de algo.
Siempre que ella me sonreía de esa manera, mi corazón se aceleraba.
— Pensé que la ducha te había tragado —
me dijo — Por poco y subo a buscarte…
— ¿Y porque no lo hiciste? Así tenía
una buena excusa para meterte conmigo debajo de aquella tibia y relajante agua
— le dije.
— Por eso mismo no subí… sabía que eras
capaz de eso — dijo y volvió a mirar hacia lo que estaba haciendo.
— ¿Qué cocinas? — pregunté.
— Estoy cortando fruta… así comes un
poco de fruta — dijo sin dejar de cortar.
De repente recordé que día era hoy. ¡El
cumpleaños de mi madre! Comencé a buscar en los bolsillos de mi pantalón mi
celular, y lo encontré.
— Cariño, ¿puedo usar tu teléfono? — le
dije.
— Claro que sí — dijo ella.
Tomé el teléfono y me alejé un poco de
la cocina, para sentarme en la mesa que estaba en medio de la sala. Le puse
tonó y miré el número que ayer me había dado mi padre. Respiré profundamente y
comencé a marcar.
Mi corazón latía desesperado… juro que
tenía miedo.
Llevé el teléfono a mi oído y esperé a
que sonara.
—El número solicitado no corresponde a
un cliente en servicio. El número solicitado no corresponde a un cliente en
servicio. El número solicitado no corresponde a un…
— ¡Demonios! — rugí y colgué.
El maldito bastardo me había engañado.
Aquel no era el número de mi madre. ¿Cómo pude ser tan estúpido y creer que de
verdad él iba a dármelo?
Sentí como unas pequeñas manos se
apoyaban en mis hombros y luego bajaban hacia mi pecho. Cerré mis ojos y sentí
como ella apoyaba su mentón sobre mi hombro izquierdo. Sus manos acariciaron mi
pecho en forma de consuelo…
— Tengo algo para ti — me susurró al
oído.
Abriendo los ojos, giré mi cabeza para
mirarla. Alejó su mano derecha de mi pecho y me la mostró. Un pequeño papel
estaba entre sus dedos. Lo tomé y la miré extrañada.
— ¿Qué es esto? — le pregunté.
— Ábrelo — dijo ella y se alejó de mí
para sentarse sobre mi regazo.
Acomodándola bien sobre mí, miré
extrañado el pequeño papel que me había dado. La miré a los ojos y luego decidí
abrirlo.
Simone Trumper
Mis ojos se abrieron como platos al ver
el nombre de mi madre en aquel papel y debajo un número. Más que extrañado
volví a mirarla.
— ¿Qué… qué es esto? — le dije
confundido. Ella me sonrió y acaricio mi rostro.
— Es el número del celular de tu madre
— me dijo.
— ¿Qué? — dije sin poder creerlo.
Ella asintió con la cabeza, sin dejar
de acariciar mi mejilla.
— Vamos, llámala — dijo mientras tomaba
el teléfono.
Pero entonces la detuve, agarrando su
mano suavemente con la mía. Me miró fijo a los ojos, y me hizo sentir en el
aire.
— ¿Cómo lo hiciste? — le pregunté.
— No pude evitar escucharte ayer… bueno
en realidad me acerque a escuchar. Lo siento si soy metida pero… tenía que
hacerlo. Además después de lo que tu padre me dijo… con más razón aún.
— ¿Qué te dijo mi padre?
— Mmm, no tiene importancia…
— Dímelo, cariño – le pedí.
— Me dijo que hiciera que odiaras a tu
madre… que dejes de pensar en ella y en querer llamarla y encontrarla — me dijo
— Perdona si digo esto, pero tu padre es un imbécil.
Sonreí divertido y capture sus labios
en un tierno beso. Sus labios se movieron suaves sobre los míos. Se alejó
despacio y me miró.
— No puedo creer que lo hayas
conseguido — dije y volví a mirar el papel — ¿Cómo fue?
— En un momento, en el que estabas con
tu padre en la oficina, la secretaría se fue a no sé donde y me acerqué a su
escritorio, me puse a revolver sus cosas hasta que encontré el nombre tu madre…
— ¿Cómo sabías el nombre de mi madre? —
le pregunté.
— Mirna, una vez me la nombró — dijo
haciendo un gesto con los hombros — Entonces anoté su nombre y unos datos más.
Ayer por la tarde comencé a averiguar sobre ella. Hasta que encontré un número
que había, pero que era de Londres. Luego llamé y me atendió una mujer… le
pregunté por ella y me dio este número.
— ¿Está segura que es ella? — le
pregunté.
— Sí, por todo lo que me dijo la mujer,
si es ella… así que por favor llámala – dijo y levantó el teléfono hasta mi
rostro. Suspiré y lo tomé.
Comencé a marcar el número y coloqué el
tubo en mi oreja. Comenzó a sonar y sentí como mi corazón se aceleraba más que
antes. ______ aun estaba sentada sobre mí, por lo que coloqué uno de mis brazos
alrededor de su cintura y la apreté un poco.
— ¿Hola? — escuché su voz y me
paralicé. Pensé que nunca más en mi vida iba a volver a escuchar su dulce voz —
¿Hola? — volvió a decir.
Intenté hablar pero las palabras no
salían de mi garganta. Era como si me hubiese olvidado de cómo hablar.
— Vamos Tom, dile algo — me dijo
______.
— ¿Tom? – preguntó sin poder creerlo.
Las palabras se atoraron más en mi garganta — ¿Tom hijo, eres tú?
______ me quitó el teléfono y lo llevó
a su oreja.
— ¿Señora Trumper? — le preguntó y
sonrió — ¿Qué tal? Mi nombre es ______ y… estoy aquí con su hijo Tom— guardó
silencio y me miró con una pequeña sonrisa — Si es él… ¿Están aquí? ¿Dónde? Oh
si, lo conozco — dijo asintiendo —– Está bien, dentro de un rato estamos por
ahí… adiós — dijo y colgó.
— ¿Está aquí? — le pregunté. Ella
sonrió mostrándome todos sus dientes.
— Llegó hace unos meses de Londres… se
está quedando en un campo, que está a una hora de aquí. Nos espera allí — me
dijo.
— No es cierto – dije mientras una
pequeña sonrisa se curvaba en mis labios.
— Si lo es… tenemos que ir para allá
ahora mismo — dijo y se puso de pie.
Un poco atontado me puse de pie. Ella
se giró a verme.
— ¿Qué pasa? — preguntó.
— Que eres lo mejor que se pudo haber
cruzado en mi camino – le dije y rápidamente me acerqué a ella para abrazarla.
Sus pequeños brazos se levantaron y me
apretaron más cerca de ella.
¿Cómo tuve el valor de siquiera negar
lo mucho que ella vale, lo mucho que significa para mí?
Cualquier otra, se hubiese dejado
manejar por mi padre… Pero no ella, ella no se iba a dejar manejar jamás por
nadie. Y eso era lo que más me gustaba.
Despacio se alejó de mí y se puso en
puntas de pie para besar cortamente mis labios.
— Vamos, debemos ir ya — me dijo e
intentó alejarse.
Pero entonces la tomé de la cintura y
la apegué a mí. Me miró con algo de sorpresa.
— Esperé toda mi vida por esto… no pasa
nada si espero unos minutos más — le dije y me acerqué más a ella para besarla.
Su boca se abrió despacio para mí.
Nunca había experimentado algo así. Nunca me había gustado tanto besar a
alguien. No solo se podía encontrar placer en un beso… hasta ahora no era
conciente de eso.
No se cuanto tiempo estuvimos así,
besándonos suavemente. Recorriendo cada centímetro de su delicada boca.
— Ya… deja de besarme así — susurró sin
separar sus labios de los míos.
— No puedes pedirme eso — le dije por
lo bajo.
Sus pequeños brazos se colocaron
alrededor de mis hombros, mientras ella se ponía en puntas de pie, para llegar
mejor hacia mí. Mis brazos la rodearon por la cintura, abrazándola casi
asfixiantemente.
Se alejó despacio y acaricio mi nariz
con la suya.
Abrí mis ojos y junté nuestras frentes.
Ella sonrió levemente y mordió su labio.
— ¿Realmente esto esta pasando? — me
preguntó.
— No lo se… tal vez yo este soñando…
— O tal vez yo este soñando.
Levanté mi mano y acomodé un poco su
cabello, para luego bajar mis dedos por su mejilla, y llegar hasta su boca. La
acaricie despacio, con cuidado. Como si fuera algo que realmente pudiera
romperse.
— ______ — le dije.
— ¿Qué? — preguntó.
— ¿Qué somos ahora? — pregunté. Ella
sonrió y se alejó completamente de mí.
— Estamos comenzando… podríamos
llamarlo ‘Amigos con derecho’
— Pero sin derecho a estar con otra
persona…
Sus ojos brillaron de manera especial.
— ¿Me estas queriendo decir que serás
solo para mí? — dijo algo sorprendida.
Bueno. aqui estan los caps de maratones, espero que les gusten ... Bueno sin mas que decir me despido, nos vemos en la proxima actualizacion .... ADIOS :D
OMG !!! estos caps *-* LOS MEJOREEEEEEEEESSSSSSSSSSS !!!!!! no dire mucho !!! solo "wfbioebfiohwepogjporwehgioewhf asoiewbghjrowjpfods voib3iorhdspojfergbiorh9prowepfheroigbreiofhowepjfoewgf sdiobfgweifhweofjeghwehpowr wegbwiofhwopejdckldngoihrjewof eriogbewiofheopwjfpogoiheoewi ewgiboigheworiz" :DDDDDDD !! espero que sea pronto la proxima actualizacion !! :D gracias por subir :)
ResponderEliminarAwww ame el capituloo es un buen comienzoo para ellos.. Ya se vrra con Sominee... Muero por lererloo..
ResponderEliminarSiguelaaa xD