viernes, 22 de noviembre de 2013

Capitulos de Maratom



CAPITULO # 42:

Llegué a mi casa y tiré todas mis cosas al suelo. Tomé la carta de mi madre y me senté en el sillón para volver a leerla. Me había olvidado completamente de su letra. Una letra fina y bien clara. Me levanté y fui hasta mi habitación. Comencé a revolver los cajones de mi mueble, hasta que encontré lo que estaba buscando. La tomé con cuidado y la miré detenidamente. Ella era tan hermosa… y debe serlo aun.
Sentí un nudo de impotencia que no me dejaba respirar tranquilo. Ella era una mujer increíble y nunca tuvo que haber pasado por todo lo que mi padre la hizo pasar. Maldito cobarde, infeliz… será mi padre pero lo único que siento hacia él es desprecio.
Me puse de pie, necesitaba salir y despejarme, dejar de pensar en todo. Me cambie la molesta ropa de la Universidad y tomé mis llaves y mi teléfono para salir de casa. No iba a ir en moto. Necesitaba caminar.
Caminé sin rumbo alguno por las calles de la cuidad, sin prestar mucha atención a donde estaba yendo. Hasta que mis pasos se detuvieron frente a un viejo bar. Miré a mí alrededor y decidí entrar. Un lugar con luces bajas, todo estaba relativamente oscuro. Me acerqué a la barra y me senté en la silla. Un hombre de unos 70 años se acercó a mí y me miró fijo.
—¿Qué se te ofrece muchacho? —me preguntó.
—Dame una botella de ron – le pedí. Él asintió. Se alejó de mí y se agacho para buscar lo que le estaba pidiendo.
—¿No vas a hacer ninguna tontería, cierto?
Su pregunta y preocupación llegó a mi cabeza. Me la había vuelto a preguntar después de que la había ido a besar. El hombre se acercó de nuevo a mí y apoyó la botella frente a mis ojos, colocó un vaso al lado. Lo miré y le agradecí con la cabeza. Se alejó de nuevo.
Lo siento cariño, pero no puedo cumplirte. Necesito que mi mente este en otro lugar, necesito olvidar y embriagarme. Abrí la botella y me serví un poco de ron. Miré mi vaso y dude un poco en hacerlo… _____ estaba en mi cabeza.
Pero no, tenía que hacerlo. Llevé el vaso a mi boca y tomé de golpe. Apoyé el vaso con un poco de fuerza sobre la barra, ya que el ron me había quemado hasta el cerebro. Volví a llenarlo y volví a tomar.
—Tu madre es una cualquiera, ¿entiendes eso? Ella te dejó, decidió irse con otro… ¿y sabes porque? Porque eres un error… nunca te quiso. Cuando se enteró de que estaba embarazada de ti… quiso abortarte pero yo no la dejé, y cuando naciste no te quiso ver. La tuvieron que obligar a que te diera de amamantar… ¿Cuándo vas a entenderlo? Ella nunca quiso que nacieras…
—¡Mentira! —dije sin darme cuenta.
La gente que estaba a mí alrededor se giró a verme. Volví a tomar el ron que estaba en mi vaso. Sus malditas palabras llenaron mi cabeza.
¿Por qué me hacía esto? ¿Por qué mi propio padre quería destruirme? ¿Por qué quería acabar conmigo? ¿Qué le había hecho yo a él?
Seguí tomando y tomando. Mi cabeza ya daba vueltas. Pero aun así no había logrado despejar mi mente de aquellos recuerdos horribles y aquellas palabras hirientes. No sé cuanto tiempo pasó, pero mi botella ya estaba casi vacía.
Miré a mí alrededor y luego miré a la hora del reloj de pared del bar. Ya era tarde, debía irme. Me puse de pie y ante el repentino mareo me agarre de la mesada. Saqué un poco de dinero y sin mirar cuanto era lo dejé encima de la mesa. Salí del bar y las gotas de lluvia mojaron mi rostro. Levanté mi cabeza y miré el cielo. Estaba oscuro y había refrescado bastante.
Coloqué sobre mi cabeza la capucha de mi buzo. Tenía que ir a algún lado, tenía que dejar de pensar un poco. Mis pies comenzaron a caminar sin rumbo alguno, la lluvia fría había logrado traspasar un poco mi ropa. No sabía a donde ir, mis pasos caminaban sin dirección.
Hasta que me detuve frente a un edificio. Lo miré bien y supe que ese era el edificio de _____. Me acerqué a la puerta y para mi buena suerte, estaba abierta. Me quedé un segundo quieto, esperando a que todo volviera a ser visible, ya que lo estaba viendo borroso. Reí por lo bajo y me acerqué al ascensor.
Entré y sin dudar marque el piso 6. Llegué al piso más rápido de lo que pensé. Me acerqué a la puerta y di tres golpes firmes y lentos. Necesitaba que me abriera, necesitaba verla, necesitaba abrazarla. Que ella me abrazara y que me contuviera. Tragué ante el pensamiento.
—Ya voy —escuché su dulce voz desde adentro. La puerta se abrió y ella me miró sin poder creerlo —Tom…
—Lo siento, no sabía a que otro lugar ir —dije y me tambaleé un poco. Ella se acercó a mí y tomó de la cintura. Su rostro quedó cerca del mío — Gustav ha salido de casa y Georg esta en un caos familiar —disculpé con esas excusas mi presencia en su casa. Me ayudó a entrar y me hizo sentarme en el sillón.
—¡Menos mal que te dije que no hicieras tonterías! —me empezó a regañar. Mi cabeza daba muchas vueltas. Solo vi como se acercaba a la cocina —¿Por qué haces esto? ¿Qué necesidad tenías de tomar así? A kilómetros se te huele el alcohol —siguió hablando. Sonreí por lo bajo y vi como ella servia algo en una taza —¡Creo que ya estas un poquito grande como para estar emborrachándote por ahí y poniendo tu vida en peligro!
—Ya, ya no me retes —le pedí. Ella se acercó y se arrodillo frente a mí. Me quitó la capucha.
—¡Tienes los ojos rojos por el alcohol! ¿No te da vergüenza? Encima me lo prometiste, me prometiste que no ibas a hacer tonterías…
—Perdón, perdón —me disculpé.
Levantó su mano y secó mi rostro con la toalla que había traído. Luego me ayudó a quitarme el buzo, ya que estaba empapado.
Colocó la toalla alrededor de mis hombros. Giró y tomó la taza para dármela. Miré el líquido verde claro y la miré a ella.
—Es un té chino, quita la borrachera más rápido que el café y no provoca efectos de adicción, como el café —me dijo.
Volví a mirar el té y con duda lo acerqué a mi boca.
Apenas un sorbo de aquello tocó mi lengua lo alejé de mí.
—Esto es un asco —dije mientras dejaba que esa horrible cosa pasara por mi garganta.
—Lo siento querido, pero el que quiere celeste que le cueste —dijo y me hizo tomar de nuevo.
Juro que era lo más asqueroso que había probado en mi vida.
—No, no quiero más —alejé la taza de mí, pero ella volvió a acercarla.
—No, claro que no —llevó la taza a mi boca —Vas a tomarte todo, quieras o no.
Sonreí por lo bajo y tomé obedientemente.
—Estoy seguro de que así debe sonar mi madre —dije algo divertido. Sus ojos se clavaron en los míos, y acomodó un poco mi cabello.
—¿Sabes? La noche de la fiesta en la que nos encontramos, ¿recuerdas? —me dijo. Asentí con la cabeza mientras volvía a tomar un poco de té. Ya no sabía tan horrible —Estábamos jugando a las veinte preguntas… no lo terminamos. Me tocaba a mí…
—Fueron cinco, no veinte... bueno seis —le dije al recordarlo con claridad. Sonrió por lo bajo y luego soltó un leve suspiró mientras se arrodillaba mejor frente a mí.
—Bueno, entonces comenzaré —me dijo. Asentí —¿Por qué  haces las cosas que haces?
—No lo se, es algo que… no lo se —le respondí.
—Está pregunta siempre quise hacértela —dijo algo divertida —¿Qué le viste a Cassandra?
Su pregunta me hizo reír por lo bajo. La miré a los ojos y arqueé una ceja.
—¿Celosa? —pregunté.
—La que hace las preguntas aquí soy yo —me dijo seria.
—Está bien, está bien —le dije y suspiré —Cassandra es una más del montón, nada significó para mí y jamás va a significarlo.
—¿Yo soy una más del montón?
—No, jamás —contesté rápidamente.
—¿Playa o montaña? —me dijo.
—Montaña, así podría ir con alguien a quien le parece que lo mejor de tener frío es poder entrar en calor —le dije. Rió levemente y clavó sus ojos en los míos.
—¿Cómo se llama tu madre? —preguntó.
Detuve el recorrido que estaba haciendo la taza a mi boca. Sentí como un nuevo nudo se formaba en mi garganta. Aquel mareo horrible que tenía cuando llegué ya casi ni estaba.
—Simone —dije por lo bajo.
—¿Dónde esta ella? —dijo.
—No lo se —dije y fijé mi mirada en la nada —Hace diez años que no se nada de ella. Mi padre… mi padre la golpeaba. Ella un día se cansó y me agarró y nos fuimos de casa con Ben.
—¿Quién es Ben? – la miré a los ojos y sentí como los míos se llenaban de lágrimas.
—Ben era el hombre por quien mamá iba dejar a Jotg. Siempre lo quise mucho, era un hombre increíble —contesté su pregunta —Nos… fuimos de casa, pero papá fue por mí con un juez y se quedó conmigo. Desde entonces… no supe más nada de ella. No sabía si estaba viva, si estaba muerta —mi voz se quebró al final de la oración —Mi padre me ha amenazado toda su vida con que si yo no hacía lo que él quería iba a mandar a matar a mi madre —la mire de nuevo a los ojos y sus marrones ojos estaban llenos de lágrimas también —Yo no pude hacer nada, ¿entiendes? ¡El maldito me tiene agarrado de las pelotas!
—Otra pregunta —dijo con un hilo de voz. La miré extrañado —¿Puedo besarte?
No dije nada. Ella se inclinó hacia delante y chocó suavemente sus labios con los míos. Mis ojos se cerraron instantáneamente. Sus labios se cerraron suaves sobre los míos, que con temor respondían a su gesto.
No había ganas en ese beso, no era una insinuación sexual. Ese beso era preocupado, angustiado, quería consolarme. Esto no podía ser así, no debía ser así. Algo asustado me alejé de ella. Me miró algo sorprendida.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—No… no hagas eso. Yo no quiero tu lastima… no me gusta la lastima —le dije.
Tomó mi rostro con sus manos e hizo que la mirara fijo a los ojos. Me sonrió dulcemente, provocando que un escalofrió bajara por mi espalda. Volvió acercarse a mi boca.
—No, no es lastima —susurró sobre mis labios —Solo quiero cuidarte. Tú viniste hasta aquí, no porque Gustav o Georg no estaban. Viniste hasta aquí, porque necesitas que te cuide, necesitas que te abrace, que te bese. Me necesitas…
Se acercó más a mí y se sentó sobre mi regazo. Me encontré colocando torpemente mis brazos alrededor de su cintura, mientras sus labios eran una suave caricia sobre los míos.
Sus manos acariciaban mis cabellos, hacia atrás. Y luego las yemas de sus dedos, acariciaban mis mejillas. Y su boca, ¡dios santo su boca! Su boca se estaba convirtiendo en una obsecion.
Una peligrosa obsesión.
Se alejó un poco y yo quedé colgando en el aire. Abrí mis ojos, para enfrentar los suyos. Despacio acarició mi nariz con la suya y luego se puso de pie.
Caminó hasta la cocina y se puso a revolver algo.
—¿Te quedas a comer? —me dijo. Me puse de pie y caminé hasta donde estaba ella.
—Creo que va a ser mejor que me vaya —le dije. Me miró a los ojos.
—Está lloviendo y ya es tarde, ¿Por qué no te quedas, Tom? —preguntó.
—No… no lo se _____ —dije con duda.
Puso su mejor cara de perro mojado y me miró fijo sacando un poco de puchero. ¡Maldita sea! No puedo creer que tenga esa facilidad de hacerme ceder así.
—¿Si? —preguntó sin dejar de mirarme y hacerme ojitos. Respiré profundamente.
—Está bien —dije mientras soltaba el aire que tenía en mi cuerpo.
Sonrió y se estaba por acercar a mí, pero se detuvo y me miró.
—No, no. No lo tengo que hacer. No lo voy a hacer, quédate tranquilo. Mantendré distancia entre nosotros —dijo. La miré divertido.
Me acerqué a la mesa y me senté frente a ella mientras observaba como cocinaba.
—¿Qué estas haciendo? —le pregunté.
—¿Recuerdas aquel día en la oficina de mi madre que me desmayé y me dijeron que estaba anémica? Bueno, fui al medico el otro día y confirmó aquello. Me dijo que debo comer carne. Así que estoy haciendo algo con un poco de carne —dijo. La miré divertido.
—Aquí tienes carne para comer, cariño – dije refiriéndome a mí. Me miró divertida.
—No, esa carne tiene miedo de mí. Así que mejor no la como, y trato de no mirarla, para que no salga corriendo —me dijo sin dejar de sonreír.
Volvió su vista a la comida. Y una pregunta se trabó en mi garganta.
Mi mirada estaba clavada en ella, pero ella parecía no notarlo.
El imborrable recuerdo de su cuerpo contra el mío, llegó a mi cabeza para agitarme. Tenía que preguntárselo, tenía que hacerlo…
—¿Me pasas ese plato? —me dijo, haciendo que saliera de mis pensamientos. Asentí y le alcancé lo que me pedía —Tengo helado de postre, ¿Te gusta el helado?
—Algo frío para entrar en calor, si —le dije.
Ella rió divertida y vi como sus mejillas tomaban un poco de color. Como me encantaba que sus mejillas tomaran color. Se veía tan inocente así.
—¿Vas a quedarte, verdad? —me preguntó mientras me alcanzaba un plato con comida.

CAPITULO # 43:

—Por ahora no tengo ninguna intención de irme —le contesté. Ella suspiró levemente.
Se sirvió comida para ella y se sentó frente a mí.
Vi como miraba con cierto asco la carne frente a su plato. Con el tenedor, corrió un pedazo y se dedico a pinchar la verdura. Reí por lo bajo y me miró.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Pinché un pedazo de carne y estiré mi mano para acercarlo a su boca. Arrugó la nariz y me miró implorando que no lo hiciera.
—Debes comerlo, o me veo en la obligación de que comas otro tipo de carne.
—Dispuesta, estaría a hacerlo… —susurró, y clavó sus ojos en los míos —No me hagas comer eso, voy a ensuciar todo mi organismo. Hasta tal vez me agarre una patada al hígado por comer esto, después de tanto tiempo.
—¿Qué te dijo el medico? —le recordé.
—Puedo sustituir eso por alimentos con fibra —dijo sin dejar de mirar asqueada la carne en mi tenedor —No me hagas comer eso.
—______, los humanos estamos para comer carne.
—¿Si como un pedacito, ya no me harás comer más? —preguntó como una niña pequeña poniendo condiciones para comer sus verduras, en este caso… carne.
—Lo prometo —le afirmé.
Respiró profundamente y abrió apenas su boca para acercar la carne. Cuando estuvo dentro se quitó el tenedor. Dio un pequeño mordisco y frunciendo aun más el ceño quito la carne de su boca. La mire bien.
—No puedo, no puedo —dijo apunto de chillar como si de verdad tuviera 5 años —Esta viscoso y… diaj que asco. El solo hecho de pensar que un pobre animalito fue asesinado brutalmente para terminar en mi plato me repugna. No sabes lo mal que me sentí cuando tuve que cortar la carne en pequeños pedacitos…
Reí divertido y me miró entrecerrando los ojos.
—Oh eres increíble —dije sin dejar de reír.
—Lo siento señor ‘como carne porque soy un humano’ pero no puedo hacerlo. Simplemente no puedo.
—Está bien, está bien. Por lo menos come tus verduras.
—Sonaste como mi padre —dijo algo asustada.
Volví a reír. Ella era divertida y tan única. Tan espontánea y natural. Tal vez yo podría estar pasando el peor momento de mi vida, pero estoy completamente seguro que ella sería capaz de sacarme una sonrisa.
Comimos entre risas y unas cuantas intensas miradas. Mirarla era algo tan especial, juro que me daba paz. Terminamos y la ayudé a lavar todo. Se giró a verme.
—¿Seguirá lloviendo? —dijo.
Hice un gesto con los hombros. Entonces ella comenzó a caminar hacia un gran ventanal. Corrió las cortinas y vimos como la intensa lluvia caía pesadamente sobre la cuidad.
—Si, aún llueve —le dije acercándome a mirar un poco. Ella abrió una de las puertas del balcón.
—Amo el olor a lluvia —musitó con los ojos cerrados y respirando profundamente.
—Y yo amo el olor a ti —dije inconscientemente. Se giró a verme y pestañeó nerviosa.
—¿Vemos una película? —me preguntó rápidamente.
—¿Por qué no? —le dije asintiendo.
Volvió a la cocina y tomó dos pequeños potes de helado del refrigerador. Me entregó uno y me dio una cuchara.
—Ven, vamos a arriba —me dijo y comenzó a subir las escaleras a su cuarto. Otra vez los recuerdos de esa noche volvieron a mi mente. Lentamente subí detrás de ella. Y cuando llegamos ambos nos quedamos quietos —Mmm, ponte cómodo —dijo algo nerviosa.
Asentí y me quité las zapatillas para sentarme en la gran cama. No podía evitar recordar aquello, se me hacía casi imposible.
—Amelie, película de origen franco-alemana, me dijeron que es muy buena —dijo ella y se acercó hasta el gran televisor que estaba frente a nosotros para ponerlo.
Puso el DVD y luego se sentó en la cama. Se acercó más a mí, apoyando un costado suyo contra mi pecho. La miré y en un impulso me acerqué a ella, para besar su mejilla. Vi como sonreía sin dejar de mirar al televisor.
La película comenzó. Una voz en off comenzó a narrar la historia. Trate de concentrarme, pero mi vista se desviaba hacia el perfil de ______, hacia su forma de comer helado, mientras concentradamente leía la traducción.
Luego de un rato apoyó la cabeza en mi pecho. Yo solo me quedé así, mirando muy entretenido aquella interesante película y comiendo helado. Coloqué mi brazo alrededor de ella, y mi mano quedó descansando en su espalda.
“Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las emociones de ayer”
Esa frase quedó bastante metida en mi cabeza.
Bostecé cuando la película terminó y el disco salió solo. Quise moverme, pero ______ no se levantó. Estiré un poco mi cabeza para mirarla y estaba dormida.
Sonreí levemente y con cuidado la solté. Abrí la cama, y la acomodé bien allí para taparla como a una niña. Me acerqué al televisor y lo apagué. Tomé mis zapatillas para irme.
Yo tenía que irme de allí, salir e irme para dejar de pensar un poco en todo lo que ella me produce cuando estamos juntos. Caminé hasta la escalera, pero mis pasos se detuvieron. Giré para mirarla y su pequeña figura sobresalía en aquella inmensa cama.
—Mierda… —susurré y solté las zapatillas para acercarme de nuevo a la cama.
Abrí con cuidado las sabanas y frazadas, para con más cuidado acostarme a su lado. Cuando lo hice, giró sobre el colchón y apoyó su cabeza sobre mi pecho. Apoyándose dulcemente cerca de mí, colocando sus piernas debajo de las mías y haciendo que su perfume entrara impávidamente por mi nariz. La miré algo sorprendido.
—Sabía que no ibas a irte —me habló en voz baja.
—¿Estabas despierta? —pregunté.
—Si —musitó y se abrazó más a mí —Y me alegro de que no te hayas ido.
—______…yo...
—Abrázame, no seas tonto… Hace frió —se quejó.
Entonces con cuidado la abracé.
—______ —la llamé.
—¿Si?
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—¿Estas arrepentida de lo que pasó aquella noche? —le pregunté.
No dijo nada, pensé que no iba a responderme.
—No —dijo apenas audible, pero la escuche —No estoy arrepentida —levantó un poco su cabeza y besó el borde de mi mentón —Ahora duerme, ¿si?
—______ —la volví a llamar.
—¿Qué? —dijo ya frustrada de mí. Reí levemente.
—Déjame besarte —pedí.
—¿Por qué quieres besarme? —me preguntó.
—Porque lo necesito —dije algo agitado.
—¿Y por qué? —volvió a preguntar.
—No lo sé, maldita sea —solté exasperado —Solo sé que lo necesito, te necesito desesperadamente.
Entonces, levantó su cabeza de mi pecho y me besó de esa manera suave que ella siempre utilizaba. Moví mi boca a ese ritmo tan especial y delicado. Sentí como una de sus manos se apoyaba suavemente en mi mejilla. La rodeé firmemente con mis dos brazos, mientras la acercaba implacablemente hacia mí.
Se subió a horcajadas sobre mi abdomen, jadeé levemente al sentir el tibio contacto de sus manos debajo de mi remera. Se alejó apenas de mi boca y me miró agitada.
—Déjame demostrarte que puedes llevar más cosas, además de las ganas, a la cama. Déjame demostrarte que no solo puede haber placer en esto —dijo mientras besaba mi rostro. Tragué sonoramente —En la cama puede haber muchas cosas Tom. Consuelo, culpa, alivio…
—______… —dije agitado.
Me besó callando mis palabras.
—Puedes sentir miedo, alegría. Puedes sentir coraje… —se alejó de mi para clavar sus ojos en los míos —Tom… puedes sentir amor, eso que tanto temes y de lo que huyes despavorido, como si fuera lo más horrible del mundo. En una cama, las cosas son mucho mejor y más placenteras cuando hay sentimientos de por medio.
—______, yo…
—¿Tú que? —susurró —Déjame hacerte el amor.
La miré fijo a los ojos y recordé las palabras de Gustav.
—Cuando hagas el amor con alguna, te vas a dar cuenta. No es cosa de una sola noche. Vas a querer hacerlo todas las noches que sigan…
—Soy todo tuyo cariño —le dije y ella sonrió para luego inclinarse hacia delante y tomar mis labios en un apasionado beso.
Metí mis manos debajo de la remera de pijama, la suave piel de su espalda estaba fría, mientras que mis manos estaban calientes.
Sentí como todo su cuerpo de erizaba ante el contacto caliente de mi mano, sobre su piel. Su lengua se mezcló con la mía y sentí el sabor dulce y frío del helado.
Con un simple movimiento giré sobre el colchón y la atrapé debajo de mí. Me alejé de su boca para mirarla a los ojos. Ella me sonrió dulcemente y acarició mi rostro.
—Ya dejemos las vueltas, Tom —me dijo.
—¿Estás dispuesta a admitir que te mueres por mí? —le pregunté divertido. Mordió su labio inferior y me miró de manera caliente.
—Ya no puedo decirte que no —dijo y alzó la cabeza para rozar mi boca —Estoy loca por ti.
Sentí un cosquilleó en mi estomagó..
Eran las estúpidas mariposas que Rose me había dicho que se sienten cuando uno está… está enamorado.
—Yo también estoy loco por ti ______, completa y perdidamente loco —admití y terminé de besarla.
Sus manos bajaron hasta el borde de mi remera y soltando apenas mis labios me la quitó por la cabeza. Arrojó la prenda hacia un costado, mientras sobre sus labios se curvaba una sonrisa. De una manera que me sorprendió hizo que giráramos y quedó sobre mí. Su suave mano acarició mi pecho y bajó por mi abdomen.
Casi desesperado me senté y la besé posesivamente, provocando que un pequeño gemido escapara de su boca. Le quité la molesta remera, que no me dejaba acariciarla con ansias. Volví a besar sus labios, para luego bajar a su cuello. Sus manos acariciaban mi espalda y nuca.
Subiendo una de mis manos por su pequeña espalda, me llevé el broche de su sostén. Se alejó un poco de mí para mirarme a los ojos.
Levante mi mano y la apoyé sobre su hombro. Sin quitar mi mirada de la suya, retiré con cuidado el bretel. Sus labios se apoyaron despacio sobre los míos, mientras mis manos terminaban de quitar el sostén de ella.
Sus brazos se elevaron y rodearon mi cuello. Acercándola más a mí rodeé su cintura con mis brazos, mientras nuestras bocas se conocían un poco más.
De una u otra forma, nos fuimos deshaciendo de cada prenda que nos cubría. Juro que no solo estaba totalmente excitado y desesperado por entrar en ella, también estaba asustado y una parte de mí me decía que me alejara.
Pero, ¿Cómo podía hacer algo así? ¿Cómo podía hacerlo si simplemente se que la necesito más que a nada?
Sus manos eran tan suaves y cálidas y me acariciaban tan dulcemente, que puedo jurar que su toqué me quemaba por dentro. Me encendía de una forma, que nunca había sentido.
Esto no era simplemente algo sexual, y me daba tanto placer. Más placer de lo que jamás pensé sentir.
Con cuidado me recosté con ella y volví a girar para que quedara bajo mi cuerpo. Bajé mis besos por su cuello, y su pecho. Sus piernas me rodearon las caderas, encendiendo una hoguera en mi interior.
—Sabes tan bien cariño —le murmuré cerca del oído.
Gimió levemente, cuando con mis manos la acomodé mejor debajo de mí, tomándola de ambas piernas y haciendo que mi sexo se presionara levemente contra el suyo.
—Te necesito dentro Tom… por favor —me rogó.
Su suplica me hizo estremecer. Y entonces alcé la cabeza para mirarla fijamente a la cara. Sus ojos marrones estaban nublados por el placer, sus mejillas levemente enrojecidas. Ella era tan hermosa… y yo ya no podía hacer nada para negar lo que sentía. Entonces despacio empecé a entrar en ella. Sus manos apretaron mis hombros, cuando la llené completamente. Bajé la cabeza y la besé con ternura, mientras empezaba a envestirla suavemente, con cuidado y hasta el fondo. Me abrazó dulcemente mientras nuestras bocas se fundían en un delicado beso.
¡Demonios, la tonta sensación de su cuerpo abrazando al mío no tiene descripción!
La sensación de su pecho latiendo contra el mío. La sensación de su corazón latiendo bajo el mío. Su ritmo era hiperactivo y escandalizador, hizo que todo mi cuerpo temblara e hizo que me diera cuenta de que mi corazón latía al mismo ritmo. O peor aun, mucho más.


CAPITULO # 44:

Suaves gemidos escapaban de sus labios, que eran rápidamente acallados por los míos. Besé cada centímetro de su piel que estaba a mi alcance, mientras aun me movía dentro de ella.
—Tom… —gimió mi nombre mientras sentía que poco a poco la iba llevando a su clímax.
Mordisqueé sus labios y tironeé de ellos con suavidad, mientras me movía despacio la sostenía entre mis brazos. Ella entrelazó sus piernas con las mías y me mantuvo cerca.
—Quiero que sepas una cosa —le hablé agitadamente. Sus ojos se clavaron en los míos. Me acerqué a ella y rocé su nariz con la mía —Yo quiero hacer el amor contigo… hoy, mañana… pasado mañana y por muchas, muchas noches más.
No se como fue, pero ella giró sobre el colchón y quedó sobre mí. Gruñí fuertemente al sentirla así. Salvaje… mojada… completamente mía. Comenzó a moverse suave sobre mí y era tan placentero verla, que no pude contenerme. Me senté y capturé sus labios en un caliente beso.
—Y yo quiero que lo hagas —me dijo agitada y soltando apenas mi boca.
No se cuanto tiempo estuvimos así, y tampoco era que me importaba.
Por mí iba a estar dentro de ella toda la noche. Pero entonces sentí que tenía que liberarme. La tomé de las caderas y la empujé más cerca de mí.
Ella boqueó y se aferró a mi cuello, mientras me mordía levemente el hombro. Luego de unos segundos gimió mi nombre al correrse en mis brazos. Me recosté con ella y giré atrapándola de nuevo.
Besándola otra vez, aceleré mis embates, buscando mi propia paz. Y cuando la encontré no cerré los ojos, solo bajé la mirada hacia ella.
______ respiraba trabajosamente, sus labios estaban rojos y un poco hinchados. Levantó su mirada para encontrarse con la mía.
Me sonrió y levantó su mano para acariciar mi rostro.
Entonces supe que no había nada que yo no hiciera por ella. Si ella quería, sería capaz de bajar al infierno y matar al mismo diablo, solo para hacerla sonreír.
Maldije por lo bajo ante el pensamiento. Me estaba por apartar de ella, pero me tomó de la barbilla e hizo que la mirara.
—No te atrevas a alejarte de mí —me ordenó y luego me besó ferozmente.
Apenas podía respirar al sentirla con cada fibra de mí ser. Su pequeño y femenino cuerpo debajo del mío. Pero el calor de sus labios y el valor de su intrépida voluntad eran los que me calentaban.
El fuego de su pasión ardía a través de mí, haciéndome sentir vulnerable y al mismo tiempo fuerte y decidido. Soltó levemente mis labios, entonces la miré a los ojos y luego bajé sobre ella, para poder apoyar mi cabeza sobre su pecho.
—¿Escuchas la lluvia? —le pregunté.
—Si —me contestó sin dejar de acariciar mis cabellos.
—¿Sabes que escucho yo? —le dije.
—¿Qué? —preguntó.
—Escucho tu corazón…
—¿Y que te dice mi corazón?
—Me dice: Más te vale Kaulitz que te quedes, porque o sino te juro que te vas a arrepentir de haberme hecho latir como loca —le dije.
Ella rió divertida, haciéndome levantar la cabeza para mirarla.
—¿Y que dice el tuyo? —me preguntó.
—¿Por qué no lo escuchas tú misma? —dije y giré en el colchón para que ella quedara sobre mi pecho. Se apoyó suavemente, colocando una su mano izquierda en el lado derecho de mi pecho. Con mi mano acaricie su espalda —¿Y que te dice?
—Me dice: Cariño, ¿Por qué no lo repetimos? Fue muuuy interesante participar esta vez… aunque debo confesarte que la primera vez también participé —me dijo y levantó su cabeza para mirarme —¿Eso es lo que está diciendo?
—Exactamente eso es lo que esta diciendo —le contesté.
Sonrió y se acercó a mí besando suavemente mis labios. Respiré profundamente y su perfume invadió mi cuerpo. Que agradable era oler a ella.
Mordió mis labios traviesamente. Arqueé una de mis cejas y me alejé con cuidado.
—¿Estás juguetona? —le pregunté.
—Solo cuando me provocan estarlo —me dijo y capturó mi boca de nuevo.
Comencé a despertar por un extraño ruido que llegó a mis oídos. Somnoliento abrí un ojo y miré el techo. Esta no es mi casa… Entonces recordé todo y giré la cabeza para poder comprobarlo.
Sentí que mi corazón latía rápido al verla allí. Ella dormía profundamente boca abajo. Su largo y oscuro cabello caía sobre su espalda. Me apoyé sobre mi codo y la miré fijo. Su rostro estaba relajado y sus labios parecían curvar una leve sonrisa.
Bajé mi mirada por su cuerpo, que estaba debajo de las sabanas. Levanté mi mano y acaricie su mejilla. No puedo creer que de verdad me haya quedado, aunque después de hacer el amor casi toda la noche no podía irme.
Bajé mi mano de su mejilla a su mentón, seguí bajando hasta encontrarme con las sabanas. Con cuidado comencé a bajarlas, para poder apreciar la dorada y suave piel de su espalda. Cuando la sabana quedó justo sobre el final de su espalda, subí mi mano y la acaricie con cuidado. Su piel se erizó y ella se movió levemente.
Pero yo quería ver más de ella. Volví a tomar las sabanas y seguí bajándolas, hasta retirarlas completamente de su cuerpo. Su pequeño y redondo trasero se veía suave. Sonriendo bajé mi mano por su espalda, hasta llegar a él y acariciarlo despacio…
—¿Por qué estás tocándome el trasero? —su voz suave y adormilada llegó a mis oídos.
Levanté la cabeza y miré su rostro.
—Buenos días —la saludé.
—Pásame las sabanas, pervertido. Y deja de mirarme así —me dijo.
—Me parece que la más pervertida de los dos eres tú —le dije.
Se sentó en la cama y tomó las sabanas para taparse. Volvió a acostarse boca arriba y giró la cabeza para mirarme.
—¿Te quedaste de verdad o estoy soñando? —me preguntó.
Rápidamente me acerqué a ella y la besé con pasión. Llevé mi mano a su nuca y enterré mis dedos en sus cabellos. Su lengua acarició la mía y elevó sus manos para tocar mi rostro.
Entonces no pude evitarlo, me subí a su cuerpo, haciendo que gimiera levemente. Solté despacio sus labios.
—No podía irme cariño —le contesté agitado.
Ella arqueó una ceja y subió y bajó sus manos por mi espalda.
—Mmm, que excitante es despertar y encontrarte aquí… tocándome —dijo provocadoramente.
—¿Recuerdas las barbaridades que me dijiste? —le pregunté.
—¿Yo? —dijo haciéndose la desentendida —No querido… tú eras el que me decía cosas que ni siquiera me atrevo a repetir.
—¿Cómo que? Lo duro que…
—¡Tom! —me calló antes de que continuara.
—Vamos, te encantó que te dijera todas esas cosas mi pequeña y pervertida cajita de mentiras…
—¿Quieres saber que es lo que realmente me encantó, mi fogoso y lujurioso motoquero 50 Cent?
—Mmm… fogoso y lujurioso, que bonitos adjetivos —le dije. Ella sonrió —¿Qué fue lo que te encantó?
—Me encantó hacer el amor contigo y que te quedaras…
—¿Qué me estás queriendo decir con eso? —pregunté alejándome un poco más de ella para mirarla bien a los ojos —¿Acaso me estás queriendo decir que te gustaría intentarlo?
—¿Tú lo intentarías? —me preguntó. La miré fijo a los ojo y ya no lo dude.
—Claro que si… porque eres la primera mujer con la que duermo, y eres la primera mujer con la que hago el amor… la primera que me vuelve loco… y me gusta tanto —le dije mientras me inclinaba hacia ella para tomar sus labios.
Su boca me esperó dulce y calida. Comencé a besarla más profundamente al sentir que el deseo volvía a brotar en mí.
Subí mi mano por el costado de su cadera y cintura, hasta toparme con su pecho. Ella gimió y su pezón se endureció contra mi palma. La apreté sutilmente y su boca se abrió más para mí.
—Tom… cariño —dijo alejándose apenas de mí —Tenemos que levantarnos.
—No —susurré y la callé besándola de nuevo.
Volvió a soltar mi boca y respiró profundamente.
—Kaulitz —me llamó en tono de advertencia.
—Vamos Levine, no te resistas —le dije y comencé a bajar mis besos por su mentón.
Al parecer ella perdió todo rastro de cordura, pues comenzó a dejarse y a no protestar por ello. Seguí bajando mis besos por su cuello, mordisqueé esa delicada piel. Seguí bajando y besé sus pechos, ganándome un murmuro de placer.
—Tom… no hagas esto… no, detente ya… Dios. Debemos levantarnos, tenemos que ir a la Universidad —me dijo.
—Al diablo con la Universidad —dije y volví a subir por su cuello hasta su boca. La besé con ímpetu, con necesidad. Saboreando cada rincón de su boca —Pero si no quieres me alejo. Dime ______, dime que no me deseas y me alejo de ti…
—Te deseo Tom, no sabes cuanto —dijo agitada.
Le sonreí y volví a besarla.
No había nada que me gustara tanto como besarla. Como lo dije varias veces ella tiene una forma muy particular de hacerlo. Sus manos bajaron por mi espalda y soltó mi boca haciendo que mis ojos se abrieran. La miré fijo.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
—Nada… solo quería verte a los ojos —me dijo dulce.
Entre unas tiernas y al mismo tiempo calientes caricias la temperatura de nuestros cuerpos y del lugar comenzó a subir. Jadeé al sentir sus labios en mi cuello y llegando a mí oreja. Con cuidado tomó el lóbulo con su boca y lo mordió despacio.
Ella se sentó a horcajadas sobre mi abdomen y me miró pícaramente. Se inclinó hacia delante y comenzó a besar mi mentón, comenzó a bajar por mi pecho, cerrando y abriendo su boca sobre mi piel. Un celular comenzó a sonar. Ella levantó la cabeza y miró extrañada a nuestro alrededor. La miré y tomé su rostro.
—No atiendas —le dije agitado.
—Puede ser importante —resopló.
—No hay nada más importante que tú y yo en este momento —dije y la jalé hacia mí para besarla.
El celular dejó de sonar, y sonreí sobre sus labios. Nada ni nadie iba a parar este momento, ella no se iba a alejar de mí sin antes ser mía. Otra vez el maldito sonido invadió la casa.
______ se incorporó de mí y me miró divertida. Solté un frustrado gruñido. Ella se bajó de mí y giró sobre el colchón para agarrar el celular que se encontraba en la mesita de noche.
—¿Hola? —dijo al atender. Sin dejar de mirarla me acerqué a ella y comencé a besar su brazo.
Ella sonrió y mordió sus labios. Fui un poco más atrevido y subí mi boca por su hombro para luego bajar hasta su pecho —¡Tom no hagas eso, es tu prima!
—¿Mirna? —dije sin poder creerlo. Tomé el celular de ______ y lo puse en alta voz.
—¡Estás con Tom! ¿Cómo que estás con Tom? ¿Qué hace él ahí? —escuché como preguntaba sin poder creerlo.
—Primero quieres tirar a mi ______ a los brazos de otro y ahora arruinas un momento extremadamente caliente, ¿Qué más vas a hacer primita? —le pregunté.
—¡Oh, eres un asqueroso! ¡No quería saber aquello! —se quejó.
—No seas malo con tu prima —la defendió ______ —¿Qué pasó Mirna ?
—¿Cómo que pasó? Por si no te has dado cuenta ya son más de las 11 de la mañana y tú aun no estas en la Universidad… pero ya entiendo porque —dijo la rubia.
—Me parece perfecto que lo entiendas… bueno adiós —dije e intenté colgar, pero ______ tomó el celular y se puso de pie dándome la espalda.
—Creo que ya no vale la pena ir por unas pocas horas —dijo ella y me miró de costado, aun mostrándome su cuerpo desnudo, solo de atrás.
—¿Pasaron la noche juntos? —preguntó Ashley.
—Una larga y lujuriosa noche —le dije fuerte para que me escuchara.
—¡Pervertido! —me chilló mi prima. ______ tomó su ropa interior y se la colocó rápidamente. Maldije para mis adentros al saber que la cosa ya se había acabado… por ahora.
—Mirna, más tarde te llamo ¿si? —dijo ella.
—¿Vas a cambiarme por élla? —le preguntó sin poder creerlo.
—No, no te estoy cambiando por tu prima…
—Si, si lo está haciendo —dije mientras me recostaba en la cama y colocaba mis brazos detrás de mi cabeza.
—Bueno, no importa —habló Mirna y ambos escuchamos como reía levemente —Me alegro que se hayan dado cuenta de que tienen que estar juntos… me alegro que lo hayan entendido de una vez, en vez de estar como perro y gato peleando y reclamándose cosas.
—En eso estoy completamente de acuerdo primita —le dije.

CAPITULO # 45: (Fin del Maratom)

Ella colgó el teléfono y se quedó parada dándome la espalda. Esperé a que girara pero no lo hizo. Me senté en la cama.
—Oye, ¿Por qué no me miras? —le pregunté. Lentamente se giró a verme, con los brazos sobre su pecho… cubriéndose – Ooooh, ¿ahora te pintó la vergüenza?
— No seas tonto… claro que tengo vergüenza… no es algo que haga siempre —me dijo.
— Eres la criatura más hermosa que vi en mi vida.
— Mentira — me contradijo.
— ¿Quieres que te lo demuestre? —le pregunté. Ella rió y se acercó a la cama, para acercarse a mí y depositar un dulce beso sobre mis labios.
— No, porque se exactamente que clase de demostración está pasando por tu perversa mente en estos momentos… ahora debemos levantarnos y bañarnos, y…
— ¿Bañarnos juntos? — la detuve. Ella arqueó una ceja y se puso de pie.
— No, claro que no — me dijo.
— ¿Por qué no? — pregunté como un niño pequeño.
— Porque no – contestó – Es tarde Tom… por tu culpa ya no fuimos a la Universidad…
— ¿Por mi culpa? Disculpa cariño, pero eras tú la que no quería parar anoche.
Hizo un gesto de indignación.
— ¡Claro que quería parar!
— ¿Segura? – dije con tono seductor.
— Bueno, en realidad… no. Pero ese no es el tema ahora, lo que importa ahora es que tú te bañas en este baño y yo voy al de abajo – me dijo.
— No, no, no espera – dije y me puse de pie.
Ella tapó sus ojos rápidamente y giró dándome la espalda.
— ¡Cúbrete! — chilló. No pude evitar soltar una sonora carcajada.
— Mmm, me parece que de verdad el día te vuelve tímidona — dije mientras me acercaba más a ella.
— ¡No te me acerques! — me advirtió. Sonreí y me acerqué más hasta tener su espalda contra mi pecho. Ella se paró erguidamente
— ¿Por qué?
— Tom… no seas atrevido — susurró un tanto agitada.
— ¿Vas a dejar que me bañe contigo? – le pregunté y acerqué mi boca a su nuca, para comenzar a besarla tiernamente.
— N… no — dijo con un poco de dificultad.
— Por favor — rogué y coloqué mis manos en su cintura para acercarla más a mí.
— No y es mi última palabra Kaulitz — dijo firmé y se alejó para comenzar a bajar las escaleras.
— ¡Esta bien! Tú te lo pierdes — le dije y me volví a acostar en la cama pesadamente.
— ¡Levántate y entra a ese baño! ¿Me escuchaste? — me habló desde abajo.
— No, no quiero — dije como un niño de 5 años.
— Será mejor que lo hagas cariño — me dijo y sonreí ante su forma burlona de llamarme así.
— ¿Qué pasa si no lo hago?
— Sufrirás las consecuencias…
— ¿Y cuales son las consecuencias?
— No voy a besarte más, por el resto del día – me dijo.
Rápidamente me levanté de la cama y busqué mis cosas, para entrar a bañarme. No quería semejante castigo solo por no hacer lo que me decía.
— Esta bien, esta bien… ya entro — dije y obedientemente entré a ducharme.
Me di una refrescante ducha y salí cambiado. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Detuve mis pasos al verla allí parada, preparando el desayuno, envuelta en una toalla de baño. Su pelo estaba mojado, y caía pesadamente a ambos lados de sus hombros.
Ella levantó la mirada y me miró. Una sonrisa se curvó en su perfecta boca, haciendo que me diera cuenta de algo. Siempre que ella me sonreía de esa manera, mi corazón se aceleraba.
— Pensé que la ducha te había tragado — me dijo — Por poco y subo a buscarte…
— ¿Y porque no lo hiciste? Así tenía una buena excusa para meterte conmigo debajo de aquella tibia y relajante agua — le dije.
— Por eso mismo no subí… sabía que eras capaz de eso — dijo y volvió a mirar hacia lo que estaba haciendo.
— ¿Qué cocinas? — pregunté.
— Estoy cortando fruta… así comes un poco de fruta — dijo sin dejar de cortar.
De repente recordé que día era hoy. ¡El cumpleaños de mi madre! Comencé a buscar en los bolsillos de mi pantalón mi celular, y lo encontré.
— Cariño, ¿puedo usar tu teléfono? — le dije.
— Claro que sí — dijo ella.
Tomé el teléfono y me alejé un poco de la cocina, para sentarme en la mesa que estaba en medio de la sala. Le puse tonó y miré el número que ayer me había dado mi padre. Respiré profundamente y comencé a marcar.
Mi corazón latía desesperado… juro que tenía miedo.
Llevé el teléfono a mi oído y esperé a que sonara.
—El número solicitado no corresponde a un cliente en servicio. El número solicitado no corresponde a un cliente en servicio. El número solicitado no corresponde a un…
— ¡Demonios! — rugí y colgué.
El maldito bastardo me había engañado. Aquel no era el número de mi madre. ¿Cómo pude ser tan estúpido y creer que de verdad él iba a dármelo?
Sentí como unas pequeñas manos se apoyaban en mis hombros y luego bajaban hacia mi pecho. Cerré mis ojos y sentí como ella apoyaba su mentón sobre mi hombro izquierdo. Sus manos acariciaron mi pecho en forma de consuelo…
— Tengo algo para ti — me susurró al oído.
Abriendo los ojos, giré mi cabeza para mirarla. Alejó su mano derecha de mi pecho y me la mostró. Un pequeño papel estaba entre sus dedos. Lo tomé y la miré extrañada.
— ¿Qué es esto? — le pregunté.
— Ábrelo — dijo ella y se alejó de mí para sentarse sobre mi regazo.
Acomodándola bien sobre mí, miré extrañado el pequeño papel que me había dado. La miré a los ojos y luego decidí abrirlo.
Simone Trumper
Mis ojos se abrieron como platos al ver el nombre de mi madre en aquel papel y debajo un número. Más que extrañado volví a mirarla.
— ¿Qué… qué es esto? — le dije confundido. Ella me sonrió y acaricio mi rostro.
— Es el número del celular de tu madre — me dijo.
— ¿Qué? — dije sin poder creerlo.
Ella asintió con la cabeza, sin dejar de acariciar mi mejilla.
— Vamos, llámala — dijo mientras tomaba el teléfono.
Pero entonces la detuve, agarrando su mano suavemente con la mía. Me miró fijo a los ojos, y me hizo sentir en el aire.
— ¿Cómo lo hiciste? — le pregunté.
— No pude evitar escucharte ayer… bueno en realidad me acerque a escuchar. Lo siento si soy metida pero… tenía que hacerlo. Además después de lo que tu padre me dijo… con más razón aún.
— ¿Qué te dijo mi padre?
— Mmm, no tiene importancia…
— Dímelo, cariño – le pedí.
— Me dijo que hiciera que odiaras a tu madre… que dejes de pensar en ella y en querer llamarla y encontrarla — me dijo — Perdona si digo esto, pero tu padre es un imbécil.
Sonreí divertido y capture sus labios en un tierno beso. Sus labios se movieron suaves sobre los míos. Se alejó despacio y me miró.
— No puedo creer que lo hayas conseguido — dije y volví a mirar el papel — ¿Cómo fue?
— En un momento, en el que estabas con tu padre en la oficina, la secretaría se fue a no sé donde y me acerqué a su escritorio, me puse a revolver sus cosas hasta que encontré el nombre tu madre…
— ¿Cómo sabías el nombre de mi madre? — le pregunté.
— Mirna, una vez me la nombró — dijo haciendo un gesto con los hombros — Entonces anoté su nombre y unos datos más. Ayer por la tarde comencé a averiguar sobre ella. Hasta que encontré un número que había, pero que era de Londres. Luego llamé y me atendió una mujer… le pregunté por ella y me dio este número.
— ¿Está segura que es ella? — le pregunté.
— Sí, por todo lo que me dijo la mujer, si es ella… así que por favor llámala – dijo y levantó el teléfono hasta mi rostro. Suspiré y lo tomé.
Comencé a marcar el número y coloqué el tubo en mi oreja. Comenzó a sonar y sentí como mi corazón se aceleraba más que antes. ______ aun estaba sentada sobre mí, por lo que coloqué uno de mis brazos alrededor de su cintura y la apreté un poco.
— ¿Hola? — escuché su voz y me paralicé. Pensé que nunca más en mi vida iba a volver a escuchar su dulce voz — ¿Hola? — volvió a decir.
Intenté hablar pero las palabras no salían de mi garganta. Era como si me hubiese olvidado de cómo hablar.
— Vamos Tom, dile algo — me dijo ______.
— ¿Tom? – preguntó sin poder creerlo. Las palabras se atoraron más en mi garganta — ¿Tom hijo, eres tú?
______ me quitó el teléfono y lo llevó a su oreja.
— ¿Señora Trumper? — le preguntó y sonrió — ¿Qué tal? Mi nombre es ______ y… estoy aquí con su hijo Tom— guardó silencio y me miró con una pequeña sonrisa — Si es él… ¿Están aquí? ¿Dónde? Oh si, lo conozco — dijo asintiendo —– Está bien, dentro de un rato estamos por ahí… adiós — dijo y colgó.
— ¿Está aquí? — le pregunté. Ella sonrió mostrándome todos sus dientes.
— Llegó hace unos meses de Londres… se está quedando en un campo, que está a una hora de aquí. Nos espera allí — me dijo.
— No es cierto – dije mientras una pequeña sonrisa se curvaba en mis labios.
— Si lo es… tenemos que ir para allá ahora mismo — dijo y se puso de pie.
Un poco atontado me puse de pie. Ella se giró a verme.
— ¿Qué pasa? — preguntó.
— Que eres lo mejor que se pudo haber cruzado en mi camino – le dije y rápidamente me acerqué a ella para abrazarla.
Sus pequeños brazos se levantaron y me apretaron más cerca de ella.
¿Cómo tuve el valor de siquiera negar lo mucho que ella vale, lo mucho que significa para mí?
Cualquier otra, se hubiese dejado manejar por mi padre… Pero no ella, ella no se iba a dejar manejar jamás por nadie. Y eso era lo que más me gustaba.
Despacio se alejó de mí y se puso en puntas de pie para besar cortamente mis labios.
— Vamos, debemos ir ya — me dijo e intentó alejarse.
Pero entonces la tomé de la cintura y la apegué a mí. Me miró con algo de sorpresa.
— Esperé toda mi vida por esto… no pasa nada si espero unos minutos más — le dije y me acerqué más a ella para besarla.
Su boca se abrió despacio para mí. Nunca había experimentado algo así. Nunca me había gustado tanto besar a alguien. No solo se podía encontrar placer en un beso… hasta ahora no era conciente de eso.
No se cuanto tiempo estuvimos así, besándonos suavemente. Recorriendo cada centímetro de su delicada boca.
— Ya… deja de besarme así — susurró sin separar sus labios de los míos.
— No puedes pedirme eso — le dije por lo bajo.
Sus pequeños brazos se colocaron alrededor de mis hombros, mientras ella se ponía en puntas de pie, para llegar mejor hacia mí. Mis brazos la rodearon por la cintura, abrazándola casi asfixiantemente.
Se alejó despacio y acaricio mi nariz con la suya.
Abrí mis ojos y junté nuestras frentes. Ella sonrió levemente y mordió su labio.
— ¿Realmente esto esta pasando? — me preguntó.
— No lo se… tal vez yo este soñando…
— O tal vez yo este soñando.
Levanté mi mano y acomodé un poco su cabello, para luego bajar mis dedos por su mejilla, y llegar hasta su boca. La acaricie despacio, con cuidado. Como si fuera algo que realmente pudiera romperse.
— ______ — le dije.
— ¿Qué? — preguntó.
— ¿Qué somos ahora? — pregunté. Ella sonrió y se alejó completamente de mí.
— Estamos comenzando… podríamos llamarlo ‘Amigos con derecho’
— Pero sin derecho a estar con otra persona…
Sus ojos brillaron de manera especial.
— ¿Me estas queriendo decir que serás solo para mí? — dijo algo sorprendida.

Bueno. aqui estan los caps de maratones, espero que les gusten ... Bueno sin mas que decir me despido, nos vemos en la proxima actualizacion .... ADIOS :D

2 comentarios:

  1. OMG !!! estos caps *-* LOS MEJOREEEEEEEEESSSSSSSSSSS !!!!!! no dire mucho !!! solo "wfbioebfiohwepogjporwehgioewhf asoiewbghjrowjpfods voib3iorhdspojfergbiorh9prowepfheroigbreiofhowepjfoewgf sdiobfgweifhweofjeghwehpowr wegbwiofhwopejdckldngoihrjewof eriogbewiofheopwjfpogoiheoewi ewgiboigheworiz" :DDDDDDD !! espero que sea pronto la proxima actualizacion !! :D gracias por subir :)

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  2. Awww ame el capituloo es un buen comienzoo para ellos.. Ya se vrra con Sominee... Muero por lererloo..

    Siguelaaa xD

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